miércoles, 13 de mayo de 2015

Diario de un rodaje: El ensayo general (capítulo I)

Llegamos puntuales a casa de la Directora. Llamamos a la puerta. Nos abre con una sonrisa porque somos sus amigos o somos los primeros. Mi pareja, en calidad de actriz que se tira al Presidente, y yo, como Presidente Vitalicio, la saludamos. Manda huevos. Los primeros. Mejor. Hay nervios. Para qué negarlo. Nuestro primer gran encuentro grupal. Nuestro primer contacto con el actor protagonista. La Directora nos invita a cervezas y yo jamás le hago un feo a una dama; me bebo dos. Mi móvil suena. Una de las actrices no puede venir. Tiene una reunión de trabajo. Dice que lo siente. Se salva de no ser despedida porque no la tengo contratada y porque es mi hermana. Y la familia es sagrada. 

De momento la gente llega con más retraso del que mi sistema nervioso se merece. Menos mal de la excelente compañía. Es una buena cerveza, no nos vamos a engañar. Llaman de nuevo a la puerta, pero esta vez no soy yo, y la Directora abre a otra de las actrices, la Meiga. Dos besos por aquí, dos besos por allá, siento el retraso y me siento a beber. Nos miramos con cara de conocernos porque nos conocemos. Al que no conocemos es al Protagonista. Suena mi móvil. Es él. Hola, estoy en el coche buscando aparcamiento. Vengo con un amigo, ¿algún problema?

No, mientras no traiga mucha hambre, pienso mientras pregunto: ¿Qué hay para cenar? Pizzas, me responde la Directora. Oye, tráete al equipo de baloncesto de Los Lakers, si quieres. Hay pizza y vamos a escote, respondo mirándole el mismo a la actriz recién llegada. Más espera. Mientras tratan de aparcar el coche cerca de casa, toda mi vida me pasa por delante. La moda de los 70 me parece ridícula. ¿Cómo podía mi madre vestirme así? Justo cuando entro en el túnel de luz, llaman a la puerta otra vez. Por fin. Y aparecen nuestro Protagonista y su colega. Los tíos vienen vestidos impecablemente, con sendos abrigos negros hasta los pies. Huelen muy bien, los cabrones. Estoy impresionado pero lo disimulo imitando a Woody Allen. Hacemos todo un ritual de presentaciones, besos y abrazos que para cualquiera del Opus podría parecer el inicio de una orgía. Pero seguimos vestidos. De momento… 

Hablamos del cortometraje, del cine, del canto y del mundo del arte en general. El amigo del Protagonista es tenor y está cantando en el Liceu. Como yo pensaba que el Liceu se había quemado no me impresiona demasiado, salvo al comprobar con curiosidad que no viene manchado de ceniza. Un nuevo ruido rompe el clima de romanticismo que estábamos creando. La puerta se abre sin que nadie haya llamado y aparece mi amigo Ingeniero, pareja de la Directora y Amo del Calabozo. Ya estamos todos. Bueno, casi. Otra vez presentaciones y seguimos sin ensayar ni una puta línea del guión. Por fin ponemos orden y sentamos a todos junto a la mesa, porque la jodida escena que hay que ensayar sucede alrededor de una mesa. 

El Tenor se ofrece a sustituir a mi hermana a pesar de que no se parecen en nada. Lo hace de puta madre. Le ofrezco el papel pero me dice que debe volver a los Estados Unidos cuando termine de cantar en el Liceu. El Ingeniero ata cabos y comenta como quién no quiere la cosa: Eres tenor, cantas en el Liceu, vives en Estados Unidos… Y ¿te vas a comer una jodida Telepizza con nosotros? El Tenor es de puta madre y responde: Tranquilos, colegas… Soy de Carabanchel.

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