martes, 23 de junio de 2015

Apocalipsis, capítulo II

Eva y Ángel tienen un marrón. Tener un marrón cuando vistes de blanco impoluto siempre es un inconveniente. Han quedado con un colega de profesión al cual deben recordarle que hay ciertas normas que debe cumplir. Un colega de profesión que cree que las normas es algo que hay en algún lugar indeterminado de sus zapatos… 

El Koke y la Perla están fumando un peta en el sofá de su casa. Han puesto una película porno para afianzar su amor pero siguen viendo el fútbol porque no han encontrado el mando a distancia. Al Koke no le gusta el fútbol y aprovecha la confusión para meterle mano a la Perla. Ella bebe el último sorbo de cerveza y tira la botella por encima de su cabeza porque ha oido que eso da suerte... 

Gabriel y su Notario están en el rincón de un Karaoke. Gabriel no es feliz. Por muchos motivos. Uno de esos motivos son los chicos que perpetran una canción. Es espantoso. El tema. Pop de los 90. La interpretación es todavía peor. El otro motivo de infelicidad es su trabajo. Está perdiendo autonomía… 

- Voy a matar a esos hijos de puta – dice Gabriel con voz grave. 

- No creo que eso esté bien, Señor – responde su Notario. 
- Verás. Hay cerdos, que cuando son abiertos en canal producen sonidos más melodiosos. Pásame esa botella de vidrio, por favor… 
- Señor… No es una buena idea. Y lo que es peor, va contra las reglas. 
- Sí. Las reglas. Las jodidas normas… ¡A la mierda las reglas! 
- Tranquilícese, Señor. Le voy a pedir otra copa… 
- Está bien, está bien. No me pases la jodida botella. Tranquilo. Estoy tranquilo. Lo haremos de otro modo… más sutil – sonríe Gabriel. 

El Koke acaba tocando el peta y fumándose las tetas de la Perla. En el fondo no son mala gente. Para compensar su evidente incivismo y su demencial comportamiento social, roban bancos. El Koke se levanta tambaleándose y se dirige al baño a echar una meada. Al abrir la puerta, la luz cegadora y el sonido atronador lo dejan paralizado. Cierra la puerta inmediatamente. 

- ¿Dónde coño has pillao la mierda que nos hemos fumao, tía? 

- Pues ande va ser, colega… me la pasao el Minga… Como siempre. 
- Me voy a cagar en los putos muertos del Minga… Este costo está edulcorao, tía. Ven que lo vas a flipar la gente que he visto aquí dentro… 

Los nuevos Bonnie & Clyde de Alcobendas abren de nuevo la puerta.

- Jooooder. Es la maldita puerta al Infierno, tío. Esto nos pasa por ver La Sirenita siempre que follamos… Enfermo, que eres un enfermo… 

- No digas tonterías, nena. ¿No has leído el Código Davinci? Walt Disney era un tumulario, Perla. 
- Tú eres tonto, tío. 
- Ahora no es el momento de hablar de mí. Coje las pipas. Nos metemos dentro, nena… 

Ángel y Eva entran en el Karaoke. Unos chicos están mancillando todas las notas de la escala musical. Por lo mal que entonan las negras podrían ser racistas. En el rincón más apartado, pueden ver a Gabriel y a su Notario. Gabriel sonríe peligrosamente. Él es su marrón… 

El Koke y la Perla salen del lavabo gritando, porque lo han visto en Pulp Fiction y les mola. Van armados, porque atracar bancos con impresoras láser no es tan funcional. Dentro de unos días, su abogado dirá que estaban bajo los efectos de las drogas. O que el ruido no les dejaba dormir. O que se meaban. Los abogados son gente extraña. Lo cierto es que dos de los tres que andaban torturando al silencio mueren a balazos, entre los aplausos de la gente. 

Ángel y Eva aprietan los dientes por el contratiempo. El marrón deberá esperar. El deber es lo primero. Deben recoger las almas de los chicos que, perplejos ante su nueva naturaleza intangible, han dejado de cantar. 

Y desde el rincón del Karaoke, Gabriel lanza la botella de vidrio que impacta en la cabeza de la chica que ha estado jodiéndole toda la noche. Se lo merece, piensa. Ser encargada del Día es equiparable en maldad a ser banquero o periodista de la COPE. 

Y una carcajada gigantesca se expande por todo Alcobendas. Y en ese mismo momento, el Liverpool mete el cuarto… El sentido del humor de Dios es bastante extraño...

sábado, 20 de junio de 2015

Leyes naturales

Kandi era una bella y joven gacela que, un sábado más, se disponía a salir por la noche y pasarlo bien saltando hasta altas horas de la madrugada. Su local favorito era el Sabana Club, una de las disco-pub más frecuentadas de la zona. Kandi movió su hermoso cuerpo durante horas y, cuando los primeros rayos de sol despuntaban, decidió regresar a su casa a descansar. A la salida del Sabana, se cruzó con tres leones terriblemente guapos, que se ofrecieron amablemente para acompañarla. Kandi, aunque dubitativa en un principio, les dijo que sí, cautivada por la sonrisa de los leones y por su propia vanidad. Cuando los tres felinos arrinconaron a Kandy y la miraron con aquellos ojos perversos, la bella y joven gacela supo que había llegado su fin. Deseó que su muerte fuera rápida, pero ni en eso tuvo suerte. Los leones, una vez saciados de carne, se quedaron dormidos demasiado cerca de una carretera frecuentada por humanos. Humanos que, viendo a tres grandes y hermosos felinos con la guardia por los suelos, no dudaron en acabar con ellos para hacerse con sus valiosas pieles. La moraleja de esta historia es sencilla: si los animales salvajes no fueran tan idiotas como los humanos, haría ya muchos siglos que nos hubieran extinguido.

viernes, 19 de junio de 2015

Prohibido el paso

Esto no puede ser. Yo soy una persona con problemas, ¿sabes? Sufro de metodismo recalcitrante. No, no lo busques en el diccionario. Significa que todo lo que me rodea debe estar en orden. Cuando un vaso de cerveza está dos centímetros demasiado a la derecha, una fuerza invisible me obliga a moverlo y situarlo en su lugar exacto, cósmicamente hablando. Sin beber ni un sorbo, ¿eh? No, no hace puñetera gracia. 

Llevo una semana tratando de ser sociable. No te puedes imaginar lo que significa esto para alguien que está convencido que el ser humano es un jodido y apestoso virus. Lo aprendí en Matrix. La primera. La buena. Estoy haciendo un esfuerzo tan grande por ser agradable con la gente que podría cagar entero a David Bisbal. Pero todos tenemos un límite. Y hoy ya lo he traspasado. 

Llámame Caballo loco, si quieres, pero no la tengo tan grande… Me duele que mi maestro me diga que soy un traidor y un vendido al poder establecido. Tal vez tenga razón. Maldito viejo. La fama cuesta y aquí habéis venido a pagarla. Un jamón. Digo que un jamón tiene la culpa. Pero yo, al contrario que Bardem, no me he follado a Penélope. Echo de menos a Bigas Luna en este portal, joder… 

Fabio, ¿me estás escuchando? Me incomoda que miles de chicas me pidan en matrimonio desde hace una semana. Mis padres están escandalizados. Mi madre no deja de llorar. No por nada, pero en España la poligamia está penada y apenas fumo. Yo soy un tío tímido, joder. Salgo a la calle con una bolsa del Caprabo en la cabeza para que las adolescentes dejen de pedirme sexo oral, pero la policía no atiende a razones y ayer estuve dos horas en comisaría después de intentar sacar 20 putos euros del cajero automático… Con mi tarjeta de crédito, eh? 

El tendero del barrio, que me conoce de toda la vida, me ha dicho que no vuelva a pisar su comercio con una bolsa del Caprabo en la cabeza. Dice que con una de Eroski, vale. Pero me da miedo parecer un loco excéntrico y bipolar… 

Me pierdo. Eso. Que se acabó. Que he decidido prohibir el paso. Que un ser humano como yo, tiene unos minutos al día para ser friki en el cyberespacio y esto de ser puto blog favorito se ha convertido en una pesadilla. Que hago más horas extras que la polla de Nacho Vidal en sus mejores tiempos, Fabio. Eso sin contar que hace cinco minutos, y por culpa de unos comentarios efectuados por usuarias de tu portal, mi ego ha explotado y tengo una parte del esternón enganchada en la pared. Había pintado hace sólo dos días, tío. Y da mucho asco. Toma medidas, Fabio. Yo las mías ya las he tomado. Y mi psicóloga dice que doce ya es un micropene de gama alta. 

Voy a llamar a mi abogado. Prohibido el paso a toda persona ajena a la obra…

jueves, 18 de junio de 2015

Apocalipsis 9:18

Conozco a alguien que, con tan solo 5 años, tenía pesadillas. Pero hubo una que se fue repitiendo con frecuencia durante toda su infancia. Muchas veces. El niño creció y la pesadilla desapareció. Tuvo otras. Más sofisticadas. 

Ha pasado mucho tiempo. Una eternidad. Y sin embargo, hoy tengo la necesidad de contarlo, de poner esta pesadilla por escrito, sin saber muy bien el porqué... 

El niño está sobre un mar de metal. Algunas veces es literal. Otras, pura metáfora. Va vestido con un jersey color hueso de cuello de cisne y unos pantalones tiroleses a cuadros. Calcetines blancos y zapatitos de niño. Que podrían ser de niña por su aspecto. Pero no. 

Es, sin lugar a dudas, el atardecer más silencioso de su vida. La escasa luz que proviene del horizonte le da un aspecto fantasmal a lo que en su día fue una ciudad, ahora convertida en un montón de escombros. Escombros oscuros y metálicos. Es importante hacer hincapié en lo de metálicos. A pesar de la dantesca situación, el crío no tiene miedo. Mira detenidamente a su alrededor. Sabe que lo que ha sucedido es lo mejor que podía pasar. Borrón y cuenta nueva. El caos que precede al orden. El principio de una nueva era... 

El silencioso y cada vez más oscuro horizonte emite, de repente, un murmullo lejano. Un ruido irreconocible para el niño. Un rumor, un masticar metálico que, muy lentamente, parece acercarse. Irremisiblemente. La fisonomía de ese imperturbable y oscuro horizonte parece ondear. El niño, por primera vez, siente algo de temor. Algo. Sin exageraciones. Lo justo. Cualquier otro ser humano ya se hubiera meado en los pantalones. 

El ruido crece por momentos, acompañado por lo que parece una gigantesca ola de escombros metálicos. Redundante. Lo reconozco. Una ola que se dirige hacia el pobre niño. Un niño que, a pesar de su corta edad, sabe perfectamente que correr no es una opción. Un pequeño que observa crecer la gigantesca ola formada por lo que alguna vez fue su mundo. Un mundo hecho pedazos. La ola jamás le alcanzará. Es la maravillosa grandeza de despertar en otro lugar... 

Ese niño fui yo. Tal vez por eso no me da miedo ver como se destruye vuestra civilización. Creo que es algo que he esperado toda mi vida. Algo que ya ha sucedido millones de veces antes. Y que irremisiblemente volverá a suceder durante toda la eternidad. Sin duda ha llegado el momento de afinar mi trompeta... 

“Y por estos tres azotes fue muerta la tercera parte de los hombres: el fuego, el humo y el azufre que salían de sus bocas.”

martes, 16 de junio de 2015

Racistas

Nueva York, 8:00 a.m. 

- Lo siento, pero no resisto estar ni un minuto más en este maldito lugar. Está lleno de negros, joder. Este olor es insoportable… Está dañando mi cerebro. Y no pienso ingerir su maldita y asquerosa comida. Sabes perfectamente que odio las hamburguesas con queso y cebolla... 

- Cálmate. Recuerda que estamos aquí para obtener el máximo de información sobre estos negros y sabíamos desde un principio que nuestra misión iba a ser muy desagradable. Tranquilízate un poco. Relájate. Justo acabamos de empezar con esto y no pienso soportar tus quejas durante el resto del día. Disimula tu asco, come un poco de patatas fritas con mostaza y sigue observando con atención... 

- No puedo relajarme. Todo esto es sumamente asqueroso... 

Pekín, 2:00 p.m. 

- Estoy harta de las estúpidas expresiones de estos amarillos. No me pagan lo suficiente como para que tenga que compartir mi espacio vital con seres tan repugnantes... Y no me mires así, no pienso comerme este insípido arroz con pollo... 

- No te lo pienso volver a repetir, idiota. Nos pagan, y muy bien, para recoger información detallada de sus hábitos y costumbres. Mientras abres y cierras tu enorme bocaza no te concentras lo suficiente para realizar tu trabajo con la profesionalidad requerida. Pásame la salsa agridulce y cállate de una puta vez... 

- Deja de darme sermones cada vez que abres la boca. Odias estar entre estos amarillos tanto como yo. No trates de parecer mejor, porque no lo eres. Aun debajo de ese disfraz de latex, puedo ver en tus ojos la misma expresión de asco que transmiten mis palabras... 

Madrid, 9:00 p.m. 

- Por si no hubiera sido bastante repugnante pasarnos todo el día entre negros y amarillos, ahora debemos estar entre estos patéticos y primitivos blancos. Huelen mucho peor que los otros. Y además, esta mierda de cocido está frío... 

- ¡Basta! Estamos a punto de terminar nuestro trabajo. Sólo nos queda obtener unos pocos datos más y nos largamos. Si en lugar de quejarte todo el día, hubieras estado almacenando información, habríamos terminado hace más de dos horas... 

- Mira listilla, trabajo lento porque las arcadas que me producen negros, amarillos y blancos no me permiten hacerlo más deprisa. Y además, este traje es muy incómodo. Estoy harta de este tipo de inmundas misiones en las que me veo rodeada de seres tan repugnantes y desagradables... 

- Y yo estoy harta de escucharte tus patéticos quejidos... 

- Pues vas a seguir escuchándome hasta que me canse. Deberían enviar a nuestros estudiantes a este tipo de estúpidas misiones. Sobretodo a los capullos de medicina. Su estómago se haría fuerte y resistente después de un par de días entre esta repugnante especie... 

- Sabes perfectamente que, aunque aparentemente parecen débiles y frágiles, son una de las razas más crueles y sanguinarias de todo este cuadrante de la galaxia. Llevan más de diez mil años exterminándose entre ellos, e incluso hay comunidades que se comen los unos a los otros. Los del Consejo General no pueden enviar a nuestros jóvenes aquí, es demasiado peligroso. Por ese motivo nos envían a nosotras...

- Ves, tanto sermón y finalmente he terminado mi informe antes que tú. Larguémonos. No quiero estar ni un minuto más entre estos blancos. Siento náuseas, así que termina pronto. 

- Tranquila. Yo también he terminado. 

Cuenca, 11:45 p.m. 

- Venga Prudencio, al cuartelillo. Has bebido demasiado vino esta noche... 

- Se lo juro por mis muertos sargento Gómez. Aquí había un seiscientos nuevo de color púrpura con matrícula de Barcelona. Han llegado dos rubias muy jamonas que primero se han quitado toda la ropa, para mi sorpresa y admiración, y luego todo el pellejo… Sólo para mi sorpresa. Era un espectáculo repugnante. Visualicé respectivamente dos enormes y asquerosas orugas de color verde, con largas antenas y totalmente recubiertas de pelo. Hacían unos ruidos espeluznantes. Subieron al seiscientos que de un fogonazo se convirtió en un enorme platillo volante, también de color púrpura pero sin matrícula de Barcelona. Otro fogonazo y el platillo salió a toda ostia hacia esa estrella grande de ahí... 

- Que sí Prudencio, que sí. Venga sube al coche... 

Publicado en Nitecuento nº 14, agosto de 2001 ESPECIAL CIENCIA-FICCIÓN y en Colección Breve Nitecuento: Inquietantes historias del futuro, octubre de 2002

sábado, 13 de junio de 2015

Ella

Ella hace magia. Hace años metió un conejo blanco en su chistera y al sacarlo aparecí yo. No digo que ser conejo fuera malo. Pero me gusto bastante más así, complejo y con gafas. Ella también es una gran científica. Hace tiempo recogió mis trocitos rotos, los pegó a besos y ahora soy yo. Su monstruo peludo. Ella no tiene la culpa del tamaño de mi nariz. Algunas veces miento…

viernes, 12 de junio de 2015

El Onírico y otros animales de su especie

Es difícil explicar cómo me vi envuelto en tanta luz. Una luz blanca, tan potente que destrozaba mi corazón culé. La mayor de mis pesadillas empezó cuando la voz de Plácido Domingo empezó a entonar el “Hala Madrid”. 

Traté de llevarme las manos a mis oídos pero tuve que aceptar, con el terror propio de una ameba, que no tenía brazos. La situación era alarmante. 

Tranquilo, chaval. Estás soñando. No te pongas nervioso. Vamos a centrarnos un poquito. Este es mi sueño. Todo está en mi mente. Y en mi jodida mente mando yo. Venga. Una de brazos para el señor… Y flop. Dos brazacos como los del increíble Hulk. Esa música. Fuera. Que alguien le seccione las cuerdas vocales al torturador y me las traiga para abrocharme las zapatillas deportivas. Coño, si son Puma. Qué chulas, joder… 

La luz blanca. Un poquito de por favor. Que no está el tema para tanto derroche. Vamos a bajarla hasta la mitad y ahora que hemos finiquitado al Domingo me ponéis algo más de miércoles por la tarde. En forma, de Glenn Miller. Esto empieza a molar mucho. Al bajar la luz y economizar el gasto energético, puedo empezar a ver un paisaje familiar. Un paisaje natural, donde pasear por un riachuelo de agua cristalina, rodeado de árboles gigantescos, los pastores de la Tierra Media, que me protegen de todo mal… 

Chapoteo durante un rato mientras observo a los maravillosos peces que me rodean. Sus colores son tan bonitos. Y esos ojitos saltones. Los hay azules y granates, y nadan mezclando ambos colores, recreando un arco iris precioso. Me emociono tanto que me pongo a llorar. Soy un tipo sensible. Mis lágrimas tiñen de dorado el riachuelo y algo me dice que se trata de una señal. Seguro que ganamos la cuarta en el Bernabeu. 

Como buen empírico que soy, me propongo andar sobre las aguas a pesar de llevar las uñas demasiado largas. Lo consigo con una facilidad insultante. Me da un arranque de felicidad y consigo correr los cien metros libres en 9,36 segundos. Ahora es Usain Bold el que llora desde un ciprés, pero acto seguido se convierte en una bellota y es devorado por Chip y Chop. Me da tanta risa que caigo de cabeza en el lago más hermoso que he visto en mi vida, donde nada desnuda Elena Anaya. 

Lo que pasa a continuación forma parte de mi vida onírica privada y paso de contarlo. Solo diré que, después de horas de sexo, el lago se convierte en un enorme lodazal de leche condensada. Elena, que ha jurado amarme por toda la eternidad, recibe una llamada de Amenábar y se marcha apesadumbrada. Le pido que vuelva con un Óscar bajo el brazo, una pizza cuatro quesos y un par de cervezas. Me lo jura y desaparece. 

Ahora tendré que barrer yo solo todo esto… Mientras le doy a la escoba dale que te pego, aparece Maribel Verdú vestida de rojo. 

- ¿Por qué barres tanto? - me pregunta. Estás muerto. 
- Muerto. No puedo estar muerto, Maribel – le digo mientras la desnudo. 
- Bueno, técnicamente… te estás muriendo – me contesta mordiéndose el labio. 
- ¿Y voy a tardar mucho en morirme? Lo digo porque estoy esperando a Elena y podría ser divertido hacer un trío contigo. 
- Eso depende de ti. Ahora tú controlas el espacio y el tiempo. En lo que ha sido tu mundo físico hasta hace cinco minutos, estás a punto de traspasar. Te quedan milésimas de segundo, vamos. Pero aquí, dentro de tu enfermiza mente, el tiempo se puede estirar por toda la eternidad. Tú gobiernas esto. Tu mundo. Tus sueños. 

Y es entonces cuando, una sonrisa diabólica, me cruza la cara…

jueves, 11 de junio de 2015

Sexo cocinado

Había una vez un coño feo y rasurado. Su propietaria era casi tan fea como él, pero rubia. Sin embargo, y debido a la primera ley de compensación cósmica, la chica era una excelente cocinera. Harta ya de no comerse ni una rosca, metafóricamente hablando, ideó un maquiavélico plan para saciar sus carencias sexuales más primarias antes de cumplir los treinta. 

Una noche, invito a cenar a uno de sus mejores amigos; el que más le gustaba, por supuesto. El chico, un buen chaval que no sabía decir que no, había comido en una hamburguesería y tenía hambre. Llegó puntual a la cita con su amiga fea y con una botella de vino en el sobaco para conservarlo en perfectas condiciones ambientales. Ella lo recibió con una blusa demasiado escotada, algo poco habitual. De hecho, cuando se dio cuenta que le estaba mirando las tetas se sintió algo incómodo. Mi amiga tiene tetas, pensó. Era todo un descubrimiento, teniendo en cuenta que se conocían desde BUP. 

Ella le invitó amablemente a sentarse en el sofá. La casa olía condenadamente bien. De fondo se escuchaba la música de Richard Clayderman, que tiene efectos afrodisíacos en algunas aves, especialmente las grullas. Si te parece, abro la botella y tomamos una copa, le dijo la anfitriona mientras él descubría nervioso que no llevaba sujetador. Mi amiga tiene tetas… Y pezones!!!. Bebió una copa. Dos. Y hasta tres antes de que la cena estuviera a punto. Todo según el plan. 

Cuando ella le hizo sentar en la mesa, todo el comedor le daba vueltas. El bueno de Richard sonaba como Metallica en su cabeza. El olor a comida era tan delicioso que su nariz ya había tenido un par de orgasmos. Tuvo que sonarse avergonzado. Cuando ella apareció con una bandeja de canelones gratinados, rellenos de jamón y queso, y recubiertos de salsa de pimientos morrones, casi le da un soponcio. No sólo se trataba de la presentación de un plato más espectacular que había visto en su vida. Es que además, ella, estaba totalmente desnuda. Las tetas de su amiga fea eran como dos quesos gallegos. Riquísimas, vamos. Y no le hubiera importado morir sobre su maravilloso ombligo. Su amiga fea desnuda estaba como una diosa de buena. 

Cuando ella se sentó sobre la mesa, justo delante de él, con las piernas entreabiertas, empezó a parpadear al compás del piano de Richard. Y cuando ella cogió la cuchara y le dio a probar la salsa de pimientos morrones, sus papilas gustativas estallaron de placer. Su campanilla, en plena excitación, tocó doce campanadas, señal inequívoca que llevaban casi dos horas de adelanto porque todavía no eran las diez. Ella derramó la segunda cucharada en su clítoris, que parecía una oliva. Él le chupó el coño con locura y no dejó ni una sola gota de salsa, mientras ella se estremecía de placer. Hubo una tercera cucharada. Y una cuarta. A la quinta cucharada, ella tuvo el primer orgasmo de su vida por causas ajenas. A la séptima, el segundo. Y así hasta seis. Orgasmos. 

En plena vorágine de placer, él se encontró desnudo, empalmado y sentado de nuevo en el sofá. Ella montó sobré él, mientras le daba con el tenedor de plata de su primera comunión trocitos de canelones. Él fue el primer homo sapiens conocido que experimentó el placer absoluto. Ella se corrió dos veces más antes de que él la llenara de leche con un gemido de buey almizclero. El tío no se dejó nada, ni en el plato ni en los huevos. Un auténtico jabato. 

Nueve meses después tuvieron una niña. La niña, que según como se mire ha tenido suerte genética, se parece físicamente al padre, ergo será una mala cocinera. Pero como el tío es ingeniero en telecomunicaciones, siempre podrá estudiar una buena carrera y participar en el mundial de Fórmula Uno. Ella ha abierto un restaurante donde todas las noches cena la flor y nata del mundo del espectáculo. Ambos son felices y comen perdices… Pero unas perdices de puta madre.

domingo, 7 de junio de 2015

Paranoia

Metí, no sin problemas, la mano en el bolsillo izquierdo de mi pantalón vaquero. Rebusqué un poco y me pellizqué un huevo. Me dolió bastante, lo cual me alegró mucho. No estaba soñando. Estaba paseando. Con ella. Con Nuria. Aferrada cariñosamente de mi brazo derecho. Por Las Ramblas de Barcelona. 

Nuria, además de diseñadora industrial, era una maravillosa muchacha de veinticinco años; encantadora, simpática, jovial y muy atractiva. Una morena de dulce sonrisa con unos ojos verdes que te llevaban al mismísimo centro de la selva amazónica... 

Cuando la mirada de Nuria dejaba de hipnotizarme/idiotizarme (porque ésta se distraía algunos segundos observando el multicolor y variopinto mundo de la noche barcelonesa), yo reflexionaba sobre mi presente de indicativo. Y algo en mi interior me gritaba hasta la saciedad que aquella situación era, sin lugar a dudas, paranormal.

Soy más bien bajo, más bien flaco y más bien feo. Llevo gafas, pero soy miope. Podría decirse que Mortadelo (el famoso agente de la TIA) a mi lado es un tipo terriblemente sexy. Nunca he tenido éxito con las mujeres, que me tratan como los elefantes a las pobres hormigas... Con indiferencia. 

Y sin embargo ahora, aún consciente del abismo existente entre aquel ángel y yo, aquella noche - entre aturdido e inseguro- me sentía el tipo más feliz del universo... 

La felicidad completa no existe. Y mi pesadilla se materializó en forma de grupo de jóvenes italianos que subían paseando en dirección contraria. Supe que se trataba de turistas transalpinos a más de veinte metros. Altos, fuertes, muy guapos y aparentemente gilipollas. Su pelo de corte imposible y terriblemente engominado; sus estúpidas y ruidosas risas que mostraban unos dientes blancos donde se reflejaba la luz de todas las farolas de la ciudad; su aspecto a medio camino entre hortera y moderno. Y sus gafas de sol que (ya pasadas las once de la noche) informaban a todos los transeúntes que detrás de sus bronceados rostros no podía haber vida inteligente. Estaba claro que buscaban carnaza. Alguien o algo a quién ligarse. Aunque era evidente que con esa pinta, sólo podían engatusar a alguna que otra hembra hispánica con el coeficiente intelectual de una ameba gigante... 

Cuando los tuvimos a tan sólo cinco metros empezaron a comerse a mi Nuria con los ojos, imitando a la perfección las desagradables costumbres del famoso buitre de los Alpes. Acto seguido nos deleitaron con una ración de sus más groseros comentarios...

Debo reconocerlo. Me puse nervioso. Empuje a Nuria hacia un lado. Cayó de espaldas y se hizo daño en la rabadilla. Nada grave. Lo que mi chica no sabía era que iba a ahorrarse una cuantas manchas de sangre en su irresistible y ceñido vestido blanco. Busqué, bajo mis (ahora sudorosas) axilas, las dos Magnum 45 mm que siempre me acompañan cuando paseo por los bajos fondos, sobretodo si voy acompañado de bellezas del calibre de Nuria. El grupito de fantoches dejó de sonreír. Sonreí. Apunté a la cabeza del más guapo. ¡Sayonara baby! BANG... El primer disparo le dio en toda la cabeza. Si el tipo hubiera tenido cerebro, éste hubiera teñido de gris el suelo de la acera... No pude evitar que la quiosquera, al desmayarse, cayera sobre Nuria. El crujido de los huesos fue estremecedor...

Mis Magnum volvieron a rugir en la noche barcelonesa. BANG, BANG... Alcancé al segundo a la altura del pecho y al tercero a la altura de la pich... del bajo vientre.  Ambos cayeron sin demasiada elegancia, pero eso sí, sin despeinarse. Un italiano jamás se despeina. Al cuarto buitre le envié el piercing de la lengua y parte de la misma (junto con algo de masa encefálica) a un árbol que se encontraba a doscientos metros, después de atravesarle todo el cráneo. Un oportuno turista japonés puso a su mujer junto al cadáver y le sacó ciento treinta y seis fotos para mostrar luego a toda su familia, residente en Tokyo. 

Los dos “espagueti” que quedaban con vida se mearon, se giraron y empezaron a correr (aunque tal vez no por este orden). Disparar por la espalda es una de mis especialidades preferidas. Soy un tipo sin sentimientos. BANG, BANG... Las balas destrozaron sus cervicales. Cayeron, como lo hacen los mediocres delanteros de fútbol en el área. Patéticamente. Uno de ellos, aún con vida (aunque poca) intentaba arrastrarse bajo un charco de su propia sangre. No me gusta desperdiciar balas, así que lentamente me acerqué hacia él y apretando mis dientes con rabia contenida le di una espeluznante patada en la cabeza...

- Paolo, ¿te sucede algo cariño? Estás muy tenso. – dijo Nuria mientras apretaba suavemente mi brazo, al tiempo que se erizaba todo el bello corporal de mi cuerpo. Mi tarrito de miel con patas trataba de tranquilizarme. Y hasta me había llamado cariño... 

- No les hagas caso, ya sabes como son.- sentenció con una sonrisa angelical.

El grupo de italianos pasó de largo, alardeando una vez más de su carencia de cerebro y educación. Pude calmarme y tranquilizarme un poco. Nuria me regaló otra bonita sonrisa de su amplio repertorio y me dijo, una vez más, que yo era su italiano favorito. Me beso los labios. Note que mi cuerpo se licuaba de placer y decidí que debía forzar la situación al máximo e intentar llegar más lejos con aquella fascinante criatura...

- Vamos, te llevaré al mejor restaurante italiano de todo el mundo civilizado. La Pizzeria Bongiornobambina de mi tío Salvatore. Está a tan sólo cinco calles de aquí. Las mejores pizzas napolitanas que jamás hayas probado acompañadas de un vino espumoso que (espero, pensé) te hará perder los sentidos. Las prepara mi tía Julietta, ¿sabes?

Nuria me regaló una mirada pícara que me hizo comprender que los milagros existen... El resto, que cada cual imagine lo que quiera. Sólo decir que, al cabo de unas horas (ya casi al amanecer), la pizza de mi adorable tía ya no me parecía lo mejor que había probado en toda la noche... Aunque debo reconocer que jamás se lo confesaré.

Concierto

Creo que tenía 14 años cuando fui a mi primer concierto. Todavía no me afeitaba y eso me hacía muy feliz. Tocaba Iron Maiden en Barcelona, con Accept, un grupo alemán casi desconocido por entonces, de teloneros. Cuando sonaron las primeras notas del tema Fast as a Shark, una sacudida eléctrica me crujió toda la columna vertebral. Mientras pedíamos a gritos un inaudito bis a los Accept, Iron Maiden entraron en escena con todo el equipo y me llevaron al nirvana. Aquello era un puto sueño. Regresé con mis colegas andando, flotando desde más allá de la Plaza Espanya hasta el Clot. Llegué a casa a la 4 de la madrugada pero mis padres no estaban. Y estuve alucinando gracias al heavy metal durante toda mi adolescencia... 

En 1998, ya con 31 años, mi adorable Mitad me regaló unas entradas para ir juntos al concierto de Iron Maiden en Badalona. La banda británica había dejado escoger a sus fans, mediante una encuesta en Internet, los temas de la gira. El sueño de todo heavy pureta. Soy incapaz de describir lo que sentí durante todo aquél jodido concierto. Era feliz. Terriblemente feliz. Entramos en el pabellón justo en el momento en el que Churchill nos decía “and never surrender”: Aces High lo llenó todo. Cada temazo que tocaban se vinculaba rápidamente con momentos de mi vida. Fue maravilloso. Revelations o Hallowed be thy name lograron erizarme el vello, ponerme la piel de una jodida gallina. Pero fue mientras sonaban los coros de Fear of the dark, cuando mi cuerpo y mi alma se separaron durante varios segundos...

Hoy estuvimos en Razzmatazz, viendo a Mürfila en directo. Tengo ya 43 años, dato importantísimo para mis biógrafos no autorizados. Confieso que no había oído hablar de Mürfila hasta hace relativamente muy poco. Sigo anclado en los 80 y me gusta. Mi adorable Mitad me la descubrió y Youtube hizo el resto. Fuimos a uno de sus conciertos y su versión de I love rock'n'roll me cautivó. Como soy un buen padre, me regalaron su tercer disco, I love Ü. Así que hoy repetimos experiencia pero conociendo mejor algunas de sus canciones. En el primer tema apenas se escuchaba su maravillosa voz. Afortunadamente, los técnicos lo han resuelto cuando ha empezado a sonar Problemas, un temazo que en directo no tiene nada que envidiar a mi venerada Fast as a shark. Y esa sacudida eléctrica ha vuelto a recorrer mi columna vertebral. Mürfila me ha rejuvenecido 30 jodidos años durante casi una hora y ha dibujado una sonrisa idiota en mi rostro que todavía me dura. Y nos ha regalado un directo auténtico, brutal, único... Rock'n'roll en estado puro. Ha convertido su canción Me pones en un jodido himno que nos ha enloquecido y después de tocar algunos de sus mejores temas ha terminado el cocierto con la deliciosa Azul y gris. Y de vuelta a casa, paseando, mi Mitad y yo nos hemos confesado. A ambos nos sucede lo mismo. We love Ü, Mürfila...

sábado, 6 de junio de 2015

Muscam

Había estado paseando casi todo el día, visitando la bonita ciudad que me acogía temporalmente. Como ya es habitual en mí, una vez el reloj marcó las diez de la noche, me fui a la cama. Tenía mucho sueño y además estaba bastante cansado, un cóctel perfecto para irme a dormir. Era totalmente innecesaria mi costumbre de escuchar algo de música para coger mejor el sueño, puesto que veía muy claro que pronto acabaría en brazos de Morfeo. Los párpados me pesaban, como si de ellos colgaran enormes piedras. Una dulce sensación de descanso me recogió en sus brazos y me balanceó para agilizar el trance que nos lleva al mundo de los sueños. 

Fue entonces cuando pasó sobre mi cabeza aquél zumbido. Una, dos y hasta tres veces. Por el sonido calculé que sería un bicho de admirables dimensiones. No sé por qué extraña asociación de ideas me vino a la mente la visión de un asqueroso helicóptero peludo. 

La luz estaba apagada; por las ventanas apenas entraba una triste irradiación, de una luna ya muy menguada. La primera idea que pasó por mi cabeza fue cubrirme totalmente con la sábana, esperando a que el bicho se largara. Sin embargo hacía calor y además llevaba puesto mi pijama. Aún así, aguanté casi cinco minutos tapado, escuchando aquél zumbido; era como el de un caza reactor de combate, buscando un objetivo a bombardear. Sudé como no recuerdo haberlo hecho nunca en mi vida. 

Llegado a este punto, creí conveniente cambiar la estrategia y pasar, de una defensa a ultranza, a un ataque feroz y desesperado. Primer paso, alcanzar mis gafas. Soy bastante miope y sin ellas soy incapaz de diferenciar las manchas multicolores que componen el mundo que percibimos. 

En una perfecta coordinación cerebro-extremidades superiores cumplí el objetivo con creces. Segundo paso, atravesar la habitación -agachado, por supuesto- para llegar al interruptor y encender la luz. Me pregunté, unos segundos después de estar en el suelo, si no hubiera sido mejor no encender la luz. 

Comenzó la operación que por aquel entonces denominé "Little moonlight". Con mucho sigilo me arrastré por el frío suelo, oyendo cómo el terriblezumbido se desplazaba velozmente por toda la habitación. Mi cabeza topó con la puerta, en una inequívoca señal de que había llegado al otro extremo de la habitación. 

Con mucho cuidado, me alcé para llegar al interruptor. Antes de poder pulsarlo, oí como el zumbido se acercaba muy rápidamente. Cometí un error; me giré. El zumbido se acercó tanto que algo desagradable impactó brutalmente en mi boca. Afortunadamente para mí, la tenía cerrada, en contra de toda una serie de infamias que normalmente se dirigen hacia mi persona. Escupí algo de sangre debido al golpe y también algo parecido a patas. Encendí la luz. 

El "beso" debió ser igual de repugnante para aquél bicho, al que llamaría mosca si no fuera por su tamaño -parecido al de una pelota de tenis-, puesto que yacía postrado en el suelo. Movía sus patas; pronto, muy pronto, elevaría de nuevo el vuelo. Rápidamente busqué algo con que golpear al enorme insecto. 

Un bonito cuadro, que podría ser de estilo renacentista, apareció apoyado junto a una vieja cómoda. La mosca estaba preparada para izar el vuelo. Observe en ella una ligera cojera, debido a la ya comentada amputación de dos de sus patas. Elevó el vuelo; cogió velocidad en un giro acrobático que no aplaudí y vino directamente hacia mí como un kamikaze japonés. El cuadro fue directamente hacia ella. El ruido que produjo el impacto fue algo similar al que hace un huevo duro cuando -una vez nos hemos quemado los dedos intentando pelarlo- se cae al suelo. En unos segundos, la mosca había pasado a formar parte de la cultura renacentista. Lástima que sus alas quedaran esparcidas por el suelo. 

Esa noche descansé como nunca; la mosca descansó... Para siempre. 

Publicado en el Nitecuento nº 3, agosto-octubre de 1999

L'amic d'Espanya

L'andana del Clot està silenciosa. Un home de 50 anys, treu de la butxaca de la seva jaqueta una T-10 vella i caducada. La mira amb tristesa. Li dóna la volta. Encara es pot llegir com hi ha dos viatges marcats. Quan la seva filla s'acosta torna a guardar la targeta. 

- Hola pare, volia explicar-te una cosa. He fet un amic d'Espanya – li diu la noia amb la carona il·luminada. 

El pare la mira amb cara de resignació cristiana. Santa paciència, pensa. 

- I no te'l podies haver buscat de més a prop? No sé, de Catalunya, per exemple. 
- Catalunya és plena de gòtics, pare. I a tu mai t'han agradat els gòtics. 
- T'he dit mil vegades que no són gòtics, filla meva. Són heavys... 
- Heavys, gòtics, punks... Van tots de negre! Què més dóna? No t'agrada que vagi a Catalunya! 
- D'acord. Tens raó. No m'agrada que vagis a Catalunya. De fet la línia vermella no m'ha agradat mai. Prefereixo la lila. I puc saber on has conegut aquest noi d'Espanya? 
- L'he conegut a Universitat, quan l'altre dia vaig anar a visitar el tiet. És un bon jan. Te'l vull presentar. Però res d'espantar-lo amb les teves preguntetes, eh? M'ho has de prometre, pare. 
- T'ho prometo. Em portaré bé. I té nom aquest amic teu? 
- Pare! És clar que té nom! Es diu Quim. 
- Quim? M'agrada. Escolta... T'agraeixo que m'ho hagis explicat, Maria. 

La Maria l'abraça amb força i li fa un petó a la galta. Al pare se li dibuixa un somriure. Ella és l'única raó que li fa suportar viure amb el dolor d'haver perdut la dona i el fill en un bombardeig atòmic sense precedents, que ha obligat a viure els pocs humans supervivents, sota terra, amagats en els túnels del metro...

Simiólogos de un desequilibrado: El virus maligno

Mientras escribo esto tengo sobre la mesa una cerveza tan negra como fresca y un plato de dippas con queso fundido que harían que Mickey Mouse vendiera a su jodida novia por probarlos. Es mi particular forma de celebrar el aniquilamiento total del virus intestinal que ha estado ocupando mi aparato digestivo estas entrañables y familiares fiestas.

Aviso a los navegantes. Yo no me bañaría en ninguna playa del Mediterráneo en los próximos cinco años. Porque si todo lo que cagamos va al mar, os puedo asegurar que lo del Prestige fue una mariconada al lado de que he llegado a sacar por el culo. De hecho, me voy a pasar una temporada larga sin probar el pescado… 

Y es que cuando las cosas andan torcidas, es muy difícil enderezarlas. O sino que les pregunten a los arquitectos de la torre de Pisa. Ya el día de antes me sentía como resfriado. Incluso escribí una entrada en mi blog. Era un engaño. El virus trataba de despistar a mi sistema inmunológico con un ardid sucio y ruin. Supongo que el conato de resfriado no bastó para cenar como Dios manda con unos colegas. Y beber como Dios manda. Todo muy religioso, joder. Sin eructos ni nada parecido. 

Al día siguiente no desayuné. Tenía esa extraña sensación de haber estado en una noria toda la puta noche. Pero cuando cruce el ecuador del día empezó la pesadilla, una de esas pesadillas que hacen que Freddy Kruegger parezca una mona de feria. Mi estómago pareció dar varias vueltas de campana, algo muy molesto cuando estás sentado en tu sofá. El repentino e inesperado dolor de cabeza empeoró la situación. Yo nunca tengo dolor de cabeza, joder. Nunca. Traté de contrarrestar semejante cúmulo de malestares con una respiración lenta y acompasada que, con el principio de bronquitis, recordaba a la de Darth Vader pero menos tenebrosa. Estuve así unas doce horas. Setecientos veinte minutos. Cuarenta y tres mil doscientos segundos. Pero para mi fue una vida. Una vida entera de dolor, náuseas y desplazamientos. 

Hice hasta diez viajes al lavabo y, como ya expresé en el segundo párrafo, no para depilarme las cejas, precisamente. Tomé Primperan a chupitos y sorbitos de suero de farmacia para no deshidratarme; por cierto, ¿sabíais que el suero es un líquido creado personalmente por el diablo para las almas pecadoras de este planeta? Algunos pensarán que soy un exagerado. Otros que si parezco una nenaza. Las nenazas que han sido madres, me echaran en cara que un parto es mucho peor. No me importa. Yo pasé doce horas de puro sufrimiento contra un virus maligno que probablemente hubiera matado a un paquidermo de tamaño medio. Pero eme aquí. Vivo y coleando. Contando en primera persona hechos acontecidos tan veraces que ni el lince de Acebes podría abrir una segunda jodida vía de investigación. Mañana mismo me instalo el Norton en el culo...

miércoles, 3 de junio de 2015

Bang

La otra noche soñé que el fin del mundo había llegado con mucha agua. Mogollón de agua. Rollo diluvio universal pero sin arca. Indiana Jones estaba triste. Kevin Costner también porque no salía. En medio de todo aquel drama humano, un puto bastardo me apuntaba con una pistola en la cara. Le llamo puto bastardo porque amenazaba con matarme pero se tomaba su tiempo. Además de hijo puta, era torturador psicológico. Creo que hasta era guapo. 

En mi desesperación, y gracias a mi cultura cinéfila para estos casos, le dije que debía creerse muy valiente yendo él armado y yo indefenso como una babosa. Entonces el cabrón sonríe maliciosamente y me da la pistola con una cara de "toma piltrafilla, a ver qué sabe hacer un subnormal como tú". Agarro la pistola con fuerza. Me sigue mirando como si yo fuera un jodido idiota. No me gusta cómo me mira. Le disparo en la cara y veo volar sus sesos contra la pared. Es todo tan plástico que hasta siento felicidad, aunque podría ser hambre. 

Vale. Se que solo ha sido un sueño. Pero qué bien sienta matar hijos de puta. Es una experiencia que todo el mundo debería probar. En sueños, ¿eh?