jueves, 18 de junio de 2015

Apocalipsis 9:18

Conozco a alguien que, con tan solo 5 años, tenía pesadillas. Pero hubo una que se fue repitiendo con frecuencia durante toda su infancia. Muchas veces. El niño creció y la pesadilla desapareció. Tuvo otras. Más sofisticadas. 

Ha pasado mucho tiempo. Una eternidad. Y sin embargo, hoy tengo la necesidad de contarlo, de poner esta pesadilla por escrito, sin saber muy bien el porqué... 

El niño está sobre un mar de metal. Algunas veces es literal. Otras, pura metáfora. Va vestido con un jersey color hueso de cuello de cisne y unos pantalones tiroleses a cuadros. Calcetines blancos y zapatitos de niño. Que podrían ser de niña por su aspecto. Pero no. 

Es, sin lugar a dudas, el atardecer más silencioso de su vida. La escasa luz que proviene del horizonte le da un aspecto fantasmal a lo que en su día fue una ciudad, ahora convertida en un montón de escombros. Escombros oscuros y metálicos. Es importante hacer hincapié en lo de metálicos. A pesar de la dantesca situación, el crío no tiene miedo. Mira detenidamente a su alrededor. Sabe que lo que ha sucedido es lo mejor que podía pasar. Borrón y cuenta nueva. El caos que precede al orden. El principio de una nueva era... 

El silencioso y cada vez más oscuro horizonte emite, de repente, un murmullo lejano. Un ruido irreconocible para el niño. Un rumor, un masticar metálico que, muy lentamente, parece acercarse. Irremisiblemente. La fisonomía de ese imperturbable y oscuro horizonte parece ondear. El niño, por primera vez, siente algo de temor. Algo. Sin exageraciones. Lo justo. Cualquier otro ser humano ya se hubiera meado en los pantalones. 

El ruido crece por momentos, acompañado por lo que parece una gigantesca ola de escombros metálicos. Redundante. Lo reconozco. Una ola que se dirige hacia el pobre niño. Un niño que, a pesar de su corta edad, sabe perfectamente que correr no es una opción. Un pequeño que observa crecer la gigantesca ola formada por lo que alguna vez fue su mundo. Un mundo hecho pedazos. La ola jamás le alcanzará. Es la maravillosa grandeza de despertar en otro lugar... 

Ese niño fui yo. Tal vez por eso no me da miedo ver como se destruye vuestra civilización. Creo que es algo que he esperado toda mi vida. Algo que ya ha sucedido millones de veces antes. Y que irremisiblemente volverá a suceder durante toda la eternidad. Sin duda ha llegado el momento de afinar mi trompeta... 

“Y por estos tres azotes fue muerta la tercera parte de los hombres: el fuego, el humo y el azufre que salían de sus bocas.”

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