Y
allí estaba yo. Vestido con una bata azul que me daba ese toque de
hermano bastardo de Mario Bros. Tratando de convertir el taller de
talla de la Fundació Centre del Vidre de Barcelona en algo parecido
a lo que había visto, fotografiado y grabado en la República Checa.
Alejado de mi amada escoba. Las cosas estaban cambiando. Todavía no
había valorado si para mejor...
Fueron
tiempos extraños. Aunque sabía lo que estaba haciendo, digamos que
a nivel organizativo, era indudable que técnicamente me encontraba
en el parvulario del vidrio. Tenía la teórica básica y la práctica
de 15 días. Una vez hasta destrocé una pieza puliéndola. Compartía
espacio/tiempo con unos alumnos que me habían visto barrer
kilómetros cuadrados de talleres y otros que pensaban que yo era una
especie de genio de la talla contemporánea. Podría decirse que
hice, sin querer, un master de confusión y caos.
Para
hacer más divertida mi realidad, Pilar Muñoz, la directora de la
fundación, me llamó a su despacho. Cuando llegué, estaba junto a
su secretaria, Hind. Ambas me hablaron de un sistema informático de
introducción de “currículum vitae”, vinculado con una de las
tareas que el “Centre del Vidre de Barcelona” debía atender
puesto que era colaborador con el “Servei Català d'Ocupació”.
Yo las escuchaba sin entender muy bien para qué necesitaba toda esa
información en el taller de talla. Hasta que Pilar me dijo,
sonriendo, que a partir de ahora, yo sería el encargado de
introducir esa información en el sistema, concretamente desde el
ordenador ubicado en la Biblioteca.
De
repente, mi bipolaridad se acentuó de forma considerable, incluso
para un géminis como yo. Me pasaba la mayor parte del tiempo en el
taller de talla, encargándome del mantenimiento, la organización,
la ley y el orden. Pero cuando me traían un montón de “curriculum
vitae”, dejaba lo que estaba haciendo y me iba al ordenador de la
Biblioteca. Arracaba Windows 3.11 (buscadlo en Wikipedia y flipad),
me conectaba a Internet (con sus irritantes pitidos de módem
incluídos) y me sentía el puto amo de la NASA introduciendo esos
datos en el sistema.
Algunos
alumnos flipaban, por supuesto. Los más antiguos ya me habían visto
barrer los talleres, ir a Praga, volver de Praga, reorganizar el
taller de talla, balbucear intensamente y ahora informatizar
“curriculum vitae” en la Biblioteca. Marta, la bibliotecaria,
siempre me ayudó cuando algo no funcionaba todo lo bien que yo
necesitaba. Algunas veces la introducción de datos en el sistema
podía convertirse en una locura. Houston! Tenemos un problema! Y
allí estaba yo. Loco. Siempre con el mismo uniforme. Mi bata azul de
trabajo. La vida es bonita, aunque a veces sea complicada.
Pasaron
los meses y sucedió algo que alteró mi vida nuevamente. Mi mujer me
comunicaba que el amor se había terminado. Se había terminado
conmigo, puntualizó. Si en algún momento había pensado que mi vida
era caótica, sin duda no tenía ni idea de lo que faltaba por
llegar.
La
primera persona a la que se lo comenté fue a Pilar. Simplificando un
poco la situación. Yo necesitaba saber si iba a seguir contando
conmigo profesionalmente o contemplar el suicidio como un ahorro de
sufrimiento innecesario. Con el tiempo, siempre que recordábamos la
anécdota divertidos, me decía que cuando me vio entrar en despacho
con esa cara, supo que algo malo me estaba sucediendo. Pero lo que la
dejo petrificada de horror fue cuando le dije entre lágrimas: Pilar,
mi esposa me ha dejado.
Sí.
Yo por aquél entonces tendría 27 años y utilizaba la palabra
esposa. Probablemente merecía morir solo por eso. Pilar, tras
comunicarme su perplejidad por la audición en directo de esa palabra
saliendo de mi boca, me dijo que contaba conmigo. Que si el amor
parecía que me había abandonado, el trabajo todavía no. A riesgo
de ponerme dramático diré que probablemente salvó mi vida. Bueno,
ella, Mònica, Ignasi, Marta y un montón de grandes personas que me
adoptaron durante meses. Si en aquella época hubieran compuesto una
canción en mi honor sería algo así como “Last night the Glass
saved my life”.
Pasaron
algunos meses más en la escuela. Yo seguía viviendo en mi
bipolaridad caótica. Taller de talla, carborundum, alumnos,
platinas, chorro de arena, “curriculum vitae”, biblioteca,
Windows 3.11, pitidos de módem... Mi desequilibrio emocional era
gravísimo, solo sostenible por el cariño que recibía de mi
adorable entorno vidriero. Aunque seguía adelgazándome, inicié un
interesante crecimiento personal.
Y
Pilar volvió a llamarme al despacho. Lo cierto es que cada vez que
entraba en ese despacho mi vida compraba un tiquet para una montaña
rusa cada vez más alta. Esta vez no fue una excepción. Pilar me
dijo que me mandaba a Praga por segunda vez, de nuevo al taller de
Jaromyr Rybak, pero en esta ocasión todo un mes. Me comentó que de esta
manera me aireaba un poco, desconectaba y completaba mis
conocimientos en esta técnica. Todo de una tacada. Todo perfecto.
Pero
creo que no pasó ni una semana cuando Pilar me llamó de nuevo. Otra
vez a su despacho. Otra vez llamando a la puerta. Ora vez entrando.
Me senté. La verdad es que esperaba algo relacionado con mi viaje a
Praga. Pero no. Era demasiado sencillo. Pilar me comunicó que su
secretaria marchaba a vivir a París. Y que desde allí era
complicado que pudiera llevarle la agenda. Que si yo quería ser su
secretario.
Creo recordar que mi cerebro dio varias vueltas dentro del cráneo, rebotando. Yo ya me veía de viaje a Praga de nuevo. Pero ahora había un plan B. Que, por supuesto, invalidaba el plan A. Pilar me ofrecía escoger entre dos caminos. Un camino arriesgado, diferente, dentro del mundo de las artes y los oficios vidrieros, donde apenas era un pobre iniciado, o un camino conservador, en el que me sentía más cómodo dada mi experiencia anterior como contable de alma viejuna.
Creo recordar que mi cerebro dio varias vueltas dentro del cráneo, rebotando. Yo ya me veía de viaje a Praga de nuevo. Pero ahora había un plan B. Que, por supuesto, invalidaba el plan A. Pilar me ofrecía escoger entre dos caminos. Un camino arriesgado, diferente, dentro del mundo de las artes y los oficios vidrieros, donde apenas era un pobre iniciado, o un camino conservador, en el que me sentía más cómodo dada mi experiencia anterior como contable de alma viejuna.
Le
pedí un fin de semana para pensarlo. Y sinceramente, lo pensé. Esta
vez fue la almohada la que me pidió el divorcio. Pero un tío que
utiliza la palabra esposa con poco más de 27 años no es
precisamente un Indiana Jones de la vida. Así que el lunes, cuando
me dirigí nuevamente a su despacho, ya tenía muy claro que Pilar
Muñoz iba a tener nuevo secretario...
La historia contiene material para una serie de tv. Alguien conoce a alguien de TV3? El personaje parece nacer e ir creciendo, autoalimentándose. Los personajes que lo rodean lo proyectan hacia un futuro incierto. Pero el futuro incierto es el común de la mayoría de nosotros. Por eso este personaje es cercano. Es como si fuera nuestro primo.
ResponderEliminarLo curioso es que está basado en hechos reales...
EliminarLa historia contiene material para una serie de tv. Alguien conoce a alguien de TV3? El personaje parece nacer e ir creciendo, autoalimentándose. Los personajes que lo rodean lo proyectan hacia un futuro incierto. Pero el futuro incierto es el común de la mayoría de nosotros. Por eso este personaje es cercano. Es como si fuera nuestro primo.
ResponderEliminar