jueves, 3 de agosto de 2017

Sanesbar “HOT” meeting day 2017

Kilian Jornet sube al Everest y todo el mundo se hace eco de la noticia. Una proeza. Vale, subió dos veces en una semana a la montaña más alta del mundo pero dicen las malas lenguas que se dejó el móvil en su primera ascensión. Igual, en lugar de hablar de proeza, tendríamos que hablar de adicción a las redes sociales. Sin ánimo de quitarle un ápice de mérito, ¿eh?

El 17 de junio de 2017, un grupo de hombres, la mayoría con más de 50 primaveras a sus espaldas, ah... y una niña, desafiaron una vez más a la muerte en el ya clásico partido anual del Sanesbar. Bajo un calor asfixiante, un solazo estival impresionante, una chicharra más propia del desierto del Gobi, nos dispusimos a deshidratarnos corriendo detrás de un balón. Bueno. Tal vez he exagerado con lo de “corriendo”... 

Este año, Xavier Ruiz tuvo que traer refuerzos para que tuviéramos como mínimo, un suplente por equipo. Enric Marcos trajo a Carla, que acabaría convirtiéndose en pieza clave del encuentro. Creo que también fue Xavi, probablemente asesorado por Josep, quién pensó que jugar una hora en lugar de dos era una de las mejores ideas de la historia del club. No quiero ni pensar que hubiera sucedido si alargamos aquél infierno un poco más. 

Sería injusto no mencionar que Josep, sabe más el diablo por viejo que por diablo, trajo botellas de agua suficientes como para llenar el estanque de Banyoles. Probablemente salvó la vida a más de uno. A mi, por ejemplo. Bueno, él y Carlos Salas, que insistió en que debíamos beber constantemente, antes durante y después del partido. Casi todos le hicimos mucho caso.

A nivel futbolístico, todos coincidimos en que se vio más fútbol del esperado, si tenemos en cuenta que había unas condiciones atmosféricas más próximas al ecosistema de Marte que a las de un evento deportivo. El resultado final fue de 3 a 3. Creo que salvamos un punto. Porque, bueno, empezamos bien el partido. Hablo del equipo Azul, integrado por varios Marcos, Enric, Xavier y Carla, un par de David Hierro, Sergi Bartomeu y Carlos Salas. Marcamos primero, y juraría que fue Carlos. Pero, el equipo de Los Petos, liderado por los hermanos Ruiz, con Guillem en la portería y 4 grandes fichajes, en un alarde de velocidad impropia para este tipo de eventos, nos metió 3 goles en un santiamén.

Uno de ellos, de los goles digo, pienso sinceramente que jamás debió subir al marcador. Pero no quise parecer “tiquis-miquis”, así que no protesté. Os contaré la jugada y juzgad vosotros mismos. Uno de los fichajes estrella de Xavi lanzó un misil tierra-tierra desde su casa. Literalmente. Ya eso debería estar prohibido. El balón, afortunadamente, no tocó a nadie y entró directamente a portería, ante las caras de incredulidad de todos nosotros, nuestro portero ocasional y parte del público asistente. 

Ya antes nos habían metido un golazo por toda la escuadra. El tercero que nos marcaron fue de tiqui-taca total. Aquello era abusar del prójimo, donde prójimo éramos nosotros. El equipo Azul. Calor extremo y baño futbolístico. Todo iba genial, vamos...

Cuando parecía que nada podía empeorar la situación, Enric Marcos se lesionó y nos quedamos sin cambios. Le dije a Carla que saltara al campo y una sonrisa iluminó su rostro. Carla, que probablemente tenga 10 años, presionó toda la segunda parte la primera linea del equipo rival, en un alarde de valentía que no se veía desde que Frodo Bolsón se enfrentó a Ella la Araña. Había gente en el equipo de Los Petos diez veces más grande que Carla. Un ejemplo de lucha.

En uno de los disparos que hice a puerta, noté un pinchazo detrás del muslo, justo debajo del culo. Lo primero que pensé fue en tirarme al suelo y pedir el cambio. Lo habitual. Algo dramático. Luego recordé que ya no teníamos cambios. Así que decidí seguir andando por el campo porque los espartanos somos gente muy sufrida. Y además trabajo sentado. Y tampoco dolía tanto. De hecho, volví a chutar mal en la siguiente jugada y marque un gol. No sé ni muy bien por donde entró el balón. El fútbol, como la vida misma, es raro.

No recuerdo cómo, pero empatamos. La segunda parte está llena de lagunas. Creo que el secreto de nuestro equipo estuvo en juntar al equipo atrás, como siempre. Ellos también andaban muy cansados. Son personas. Cuando Xavi dijo que aquello había terminado. Nos abrazamos deportivamente, felices de haber sobrevivido, una vez más, al partido.


Nos duchamos. Bebimos agua. Nos volvimos a duchar. Bebimos cerveza. Y nos fuimos al restaurante. Montaditos y pizza cuatro quesos en la segunda parte del evento, esa en la que el calor y el sufrimiento extremo se transforman en risas, emoción y anécdotas. Esa en la que nos juntamos los locos que nos vestimos de corto con los cuerdos que visten de largo, sanesbaristas todos. La petanca es una opción de futuro a contemplar para unirlos a todos.

Carla se llevó, de manera merecida, el premio a la mejor jugadora junior del partido. El premio de mejor jugador se lo dimos a Carlos Salas. Esta vez no votamos porque se tarda mucho y se enfría el café. Algunas veces el pragmatismo mola mucho.

Alguien dijo que para el próximo año jugaremos por la tarde y organizaremos una cena. Me parece una idea estupenda. Todo lo que nos aleje de la posibilidad de morir me parece bien. Sigue siendo una locura lo que hacemos. Jugar una vez al año. Sigo pensando que debería entrenarme un poco antes de cada partido anual. Pero mientras escribo esto ya tengo ganas de volver a repetir la experiencia. Porque ¿Quién dijo miedo?