Egocentrismo

No recuerdo haber mostrado en toda mi dulce y tierna infancia, el más mínimo interés ni por la lectura ni por la escritura. Es más, evoco con melancolía y cierta desesperación aquellos terribles lunes en los que nuestra querida profesora de Lengua se empeñaba en saber qué demonios habíamos estado haciendo todo el fin de semana, sometiéndonos a una terrible extorsión lingüística por escrito, también conocida, en círculos docentes bien documentados, como redacción. 

Si en mi etapa escolar leí algún libro, fue siempre por obligación. No recuerdo ningún título en particular; tal vez “Platero y yo”, pero soy incapaz de argumentar de qué iba, salvo que había un niño y un burro enzarzados en una extraña relación. 


Esta carencia de evocaciones escritas en mis primeros años de vida, demostró clínicamente que la formación de mi masa encefálica fue un proceso lento pero constante, afectado negativamente por la ingesta de bocadillos de mantequilla y sobrasada que hubieran podido lubricar centenares de culos. 


El primer libro que recuerdo haber leído entero y además disfrutado plenamente como un licántropo, fue un tarugo de más de 900 páginas titulado “El Señor de los Anillos”. Descubrir a JRR Tolkien sirvió para que mi afición por la lectura aumentara considerablemente, algo carente de ningún mérito, habida cuenta que ésta era prácticamente nula. “El Hobbit”, “El Silmarilion” y algún que otro libro de “Cuentos Perdidos” pasó por mis manos y fue saboreado con devoción enfermiza. Había nacido un lector monotemático. 


He disfrutado leyendo a Isaac Asimov. Me he divertido cada vez que he sido abducido por alguna de las geniales historias acaecidas en el Mundo Disco de Terry Pratchett. Pero es, sin lugar a dudas, la lectura de “Peripecias Yugoslavas” la que mete en mi enfermiza cabeza la disparatada idea de poner por escrito mis vivencias en Praga, ciudad donde me hallaba recluido por motivos profesionales. Claro que, la lectura de unos cuentos de Edgar Allan Poe y la audición de cintas de heavy metal, ayudaron a modificar desmesuradamente la realidad que me envolvía. Nacen, varias décadas antes de lo previsto por Dios, mis primeros relatos cortos; “Muscam”, “Araneam”, “Gulam”, “Philippe” y “Setas”. 


No será hasta finales de la década de los 90, cuando reaparecen dichos manuscritos en el fondo de un cajón de calcetines. Después de una primera lectura, que me lleva a una profunda depresión, mi compañera me anima a hacer algunas correcciones. Las hago y decido no invertir en bolsa. No contenta con ello, me pide que vuelva a escribir algo. Una noche de luna llena, soy poseído sin ningún tipo de licencia fiscal por el espíritu del hermano pequeño de los Grimm. Queda constancia de ello en “Sapo”, el primer relato de una nueva era creativa, el florecer de una nueva corriente artística contemporánea también denominada Post-Renacimiento, por algunos críticos literarios cercanos a mi familia. 


Unos inconscientes sociales, en concreto dos, ponen a mi disposición la posibilidad de publicar en su revista de escritura creativa. Me acaban publicando más de una decena de relatos cortos, además de dejarme participar en algunos números especiales de ciencia ficción. Dos de mis relatos, “Oscuridad” e “Inmortal”, aparecieron entre “Los mejores relatos 2001”, gracias a las votaciones de los enloquecidos lectores. 


A finales de 2001, una conspiración secreta llevada a cabo durante meses por mi compañera y los editores de la revista, acaba en forma de libro; “Sapos, dragones, brujas... y otros seres fantásticos” podría decirse que es algo así como mi primer libro, además de uno de los más divinos regalos que he recibido. 


El año 2003 fue especial para mi particular mundo de la literatura universal. Casi mágico. Por muchos motivos. Bueno, dos. Primero recibí una noticia con forma de correo electrónico que me decía que habían pensado publicar en la revista “El Problema de Yorick” uno de mis relatos. Engordé de satisfacción. Dos días después, y tras cinco minutos balbuceando delante de la pantalla de mi ordenador, me veo ganador del II Certamen Literario Nitecuento; me pellizco una nalga con éxito para constatar que estoy despierto. 


Actualmente tengo muchos planes en la cabeza. Mi doctor me ha recetado paracetamol para el dolor. Paradojas de la vida; me han propuesto escribir el guión para un cortometraje, con lo que me gustan a mí las trilogías y las camas redondas. Pero lo que realmente necesito es un crédito blando a devolver en cómodos plazos. Sigo escribiendo. Algunas veces lo hago bajo pseudónimo en Internet. Participo en talleres literarios con mayor o menor aceptación social, debido a mi extraño sentido del humor, lo cual me deja sumido en estado catatónico entre telediarios. 


Estoy pensando en irme de vacaciones a Menorca con mi mujer y mis hijos. Cada día me gusta menos trabajar. Cada día tengo más canas. ¿Estamos solos en el universo? Lo dudo...

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