domingo, 15 de enero de 2017

Carambola

Gabriel está sentado en una terraza, cerca de la Plaza Cataluña. Bebe Coca Cola a pequeños sorbos porque le divierte que las burbujas le hagan cosquillas en la nariz. Sabe que es un pasatiempos idiota para un ángel pero le importa un bledo. Coge la botella de vidrio y la lanza con todas sus fuerzas… 

Pablo está muy nervioso. Lleva el cadáver de su esposa en el maletero. No para de repetirse que ha sido un accidente. Pero el golpe la ha mandado contra la mampara de vidrio y su nuca se ha roto. Él no quería matarla. Ha sido un jodido accidente. La botella aparece en su realidad atravesando el parabrisas y le da en toda la frente entre una lluvia de cristales. Pablo pierde el sentido y el control del coche. El orden de los acontecimientos poco importa.


Antonio espera el autobús mientras rememora su fantástico día, revisando las imágenes tomadas con el teléfono móvil. Le ha dado tantas collejas al gordinflas de Alberto que hasta le duelen las manos. Y lo tiene todo grabado gracias a sus colegas. Ya tiene otra cosa para colgar en la brutal colección de proezas que dan sentido a su blog. Apoyado en la cristalera de la parada, absorto en sus hazañas, no puede ver, ergo esquivar, el coche que se le viene encima… 

Julia está metida en un lío monumental. Al final de la calle puede ver como mínimo dos ambulancias y un coche de la Guardia Urbana. Llama por teléfono a Pablo, pero Vodafone le informa que el terminal no está disponible. El carrusel de coches avanza con una lentitud exasperante. Cuando apenas se encuentra a cinco metros del accidente, su corazón se paraliza de terror. Sus ojos, vidriosos e incrédulos a partes iguales, ven cómo la mitad de su hermano Antonio está siendo reanimada sobre una camilla mientras que sus piernas yacen amputadas entre un mar de cristales rotos. Y grita horrorizada.


Paco y David llevan un vidrio de 3x2 metros que pesa un huevo y parte del otro. Normalmente la colocación de vidrios en el centro de Barcelona es jodida, pero hoy está siendo dantesca. Ha habido un accidente y no hay manera de acercarse con la furgoneta al local del cliente. A peso, transportan el vidrio entre la marabunta de gente hasta el comercio y, justo cuando van a meterlo dentro, se oye un grito aterrador que los paraliza, dejándoles atravesados en medio del caos… 


Quique aprovecha tumultos para hacer su trabajo. Y los accidentes provocan mogollón de ellos. Hay una vieja curiosa, con collares y abrigo de piel, que podría tener algo de interés personal en el bolso. Quique se le acerca cautelosamente, agarra el bolso con fuerza y sale lanzado y lanzando a la anciana, que se golpea brutalmente la cabeza en su caída. Quique vuela entre la marea humana con su botín en las manos. El impacto contra el vidrio laminado de Paco y David es tan grande que su cabeza se abre como un melón. 


Gabriel eructa. Se lo merecían, piensa. O ¿tal vez no? Probablemente sea cierto que nada es verdad ni nada es mentira, que todo es según el color del cristal con que se mira. Pero dejando a un lado la ética y la moral del asunto, la carambola ha sido de puta madre.

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