sábado, 4 de enero de 2020

Parásito 1973

Parásito: Dicho de un organismo animal o vegetal, que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo... Al menos de momento.

4 de enero de 1973 (fecha local). Los principios nunca son sencillos. Estamos teniendo un proceso de adaptación complicado, donde conceptos como muerte e infinito nos causan incertidumbre y miedo a ambos. No gestionamos bien la pérdida de seres queridos y nos aterroriza la hipotética -futura pero segura e irrefutable- muerte de nuestra madre.

Las visiones del Apocalipsis se repiten asiduamente, la mayoría de las veces en sueños o en estados febriles, propios de la edad. Somos un niño flacucho y enfermizo. Sentimos angustia y terror con las visitas del practicante, con sus terribles agujas, que nos dejan paralizadas las piernas durante un buen rato. Incluso horas. Para nosotros es como un maldito quinto jinete...

No nos gusta la gente. Es una sensación desagradable que estamos desarrollando. Algunas personas las podemos tolerar. La familia. Nuestro hermano y hermana. Padre y madre. Tíos y tías. Algunos primos. Algunas primas. Nuestros abuelos y abuelas. Algún amiguito del colegio que nos invita a pasar la tarde a jugar en su casa. Y nos da de merendar. Poco más. Entre todos no llegan a 20 personas.

Siempre hay una primera vez. La nuestra ha sido en una piscina pública. Jamás entramos a bañarnos cuando está llena de niños. La idea de compartir espacio con tal cantidad de infraseres nos da arcadas. Nos quedamos en un rincón. Esperando. Con nuestro hermano. Con nuestra hermana. Esperando la hora de comer. Cuando se van, cuando desaparecen, nosotros disfrutamos del baño. 

Hoy, uno de los infraseres, la ha tomado con nosotros. Un niño de unos 7 años. Grande. Con la cabeza enorme. Un amante de los Tigretones. Y de los Bonys. Y de las lentejas con chorizo. No ha sido agradable. Sus gestos. Sus burlas. Burlarse de niños más pequeños y flacuchos que tú, es de ser un mierda. Nos ha empujado varias veces. Lo hemos estado odiando mucho toda la mañana. Pero no ha sido hasta que mi madre nos ha cogido de la manita para llevarnos al vestuario que no hemos tenido la oportunidad. Junto a la piscina de los adultos. Cuando nos hemos cruzado con Goliath. Altivo. Con su sonrisa cobarde. Hemos agachado la cabeza unos segundos antes de cruzarnos con él. Y cuando ha pasado por nuestro lado susurrándonos cualquier idiotez le hemos empujado a la piscina...

Ha habido gritos, sorpresa, tensión, más gritos y finalmente alguien ha sacado con vida al idiota ese. Ya no sonreía. Probablemente este acto nos va a generar algún que otro problema en casa. Pero la felicidad que inunda nuestro espíritu ahora mismo confirma que ha valido la pena. Y que no va a ser ni la primera ni la última vez que hagamos justicia...



No hay comentarios:

Publicar un comentario