domingo, 6 de septiembre de 2015

La maldición

La señora Wolfgang le dijo por enésima vez a Sharon que debía dar de cenar a los niños a las 6 y acostarlos a las 8. El dormitorio estaba ubicado en el centro de la mansión y debía tener unos 50 metros cuadrados. Era una habitación mágica, diseñada por un escritor de cuentos de hadas, llena de fantásticas pinturas y un sinfín de luces  de colores que iluminaban aquel espacio sin ventanas.

Sharon asintió y finalmente se quedó a solas con Adrien y Marie. Adrien tenía 4 años y parecía sacado de un anuncio. Marie tenía 11 y era preciosa. Sharon no la tragaba. Su novio Jack, en una ocasión, había dicho algo bastante soez sobre lo que le gustaría hacer con el culo de Marie. Sharon, en lugar de dejar al gilipollas de su novio, había optado por odiar a la niña. Sin saber que un día tendría que cuidarla. Hoy era ese día.

A las 6 en punto les sirvió la cena. A las 7 los metió en la cama. Y a las 7 y media le abría la puerta a su novio Jack. La levantó por las nalgas y le comió la boca. Notó como las manos de Jack se multiplicaban para manosearle todo el cuerpo.  Y follaron en la cocina, en el baño, en el sofá y en la habitación de los señores Wolfgang, donde un ventanal enorme dejaba ver un plenilunio fantasmal.

Cuando su novio le preguntó por la habitación de los niños, Sharon sintió un escalofrío. De nada sirvió tratar de convencerlo. Su novio quería ver a Marie. Sharon estaba furiosa y asustada a partes iguales. Imploró, suplicó y hasta gritó a su novio. Lógicamente, acabó contra una pared  con una brecha en la cabeza. Y Jack encontró la habitación de los niños. Abrió la puerta y se fue hacia Marie, que estaba durmiendo plácidamente. Su sucia mirada examinó los casi imperceptibles pechos de la niña. Jack, desnudo y muy excitado, empezó a destaparla…

El señor y la señora Wolfgang regresaban de la entrega de premios. Aunque había sido una velada maravillosa, no podían dejar de pensar en sus niños. No tenían por costumbre contratar canguro. De hecho, era la primera vez en años, después de una desagradable experiencia que trataban de olvidar, sin éxito.

Jack arrastraba a Marie hacia el dormitorio de sus padres. La niña gritaba asustada. Su hermano Adrien contemplaba la escena a pocos metros, llorando desconsoladamente.

El señor y la señora Wolfgang oyeron los gritos desde el jardín. Eran espeluznantes. Abrieron la puerta y subieron escaleras arriba con el corazón en un puño. Cuando entraron en su dormitorio, el espectáculo era dantesco. Sharon, desnuda y sangrando, gritaba aterrorizada desde un rincón. La habitación estaba teñida de rojo; había sangre esparcida por todos los rincones. Y en el centro, los restos del cadaver de Jack eran devorados por unos transformados Adrien y Marie que no dejaban de aullarle a la luna llena…

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