La señora Wolfgang le
dijo por enésima vez a Sharon que debía dar de cenar a los niños a las 6 y
acostarlos a las 8. El dormitorio estaba ubicado en el centro de la mansión y debía
tener unos 50 metros cuadrados. Era una habitación mágica, diseñada por un
escritor de cuentos de hadas, llena de fantásticas pinturas y un sinfín de luces
de colores que iluminaban aquel espacio
sin ventanas.
Sharon asintió y
finalmente se quedó a solas con Adrien y Marie. Adrien tenía 4 años y parecía
sacado de un anuncio. Marie tenía 11 y era preciosa. Sharon no la tragaba. Su
novio Jack, en una ocasión, había dicho algo bastante soez sobre lo que le
gustaría hacer con el culo de Marie. Sharon, en lugar de dejar al gilipollas de
su novio, había optado por odiar a la niña. Sin saber que un día tendría que
cuidarla. Hoy era ese día.
A las 6 en punto les
sirvió la cena. A las 7 los metió en la cama. Y a las 7 y media le abría la
puerta a su novio Jack. La levantó por las nalgas y le comió la boca. Notó como
las manos de Jack se multiplicaban para manosearle todo el cuerpo. Y follaron en la cocina, en el baño, en el
sofá y en la habitación de los señores Wolfgang, donde un ventanal enorme
dejaba ver un plenilunio fantasmal.
Cuando su novio le
preguntó por la habitación de los niños, Sharon sintió un escalofrío. De nada
sirvió tratar de convencerlo. Su novio quería ver a Marie. Sharon estaba
furiosa y asustada a partes iguales. Imploró, suplicó y hasta gritó a su novio.
Lógicamente, acabó contra una pared con
una brecha en la cabeza. Y Jack encontró la habitación de los niños. Abrió la
puerta y se fue hacia Marie, que estaba durmiendo plácidamente. Su sucia mirada
examinó los casi imperceptibles pechos de la niña. Jack, desnudo y muy excitado,
empezó a destaparla…
El señor y la señora
Wolfgang regresaban de la entrega de premios. Aunque había sido una velada
maravillosa, no podían dejar de pensar en sus niños. No tenían por costumbre contratar
canguro. De hecho, era la primera vez en años, después de una desagradable
experiencia que trataban de olvidar, sin éxito.
Jack arrastraba a
Marie hacia el dormitorio de sus padres. La niña gritaba asustada. Su hermano
Adrien contemplaba la escena a pocos metros, llorando desconsoladamente.
El señor y la señora
Wolfgang oyeron los gritos desde el jardín. Eran espeluznantes. Abrieron la
puerta y subieron escaleras arriba con el corazón en un puño. Cuando entraron
en su dormitorio, el espectáculo era dantesco. Sharon, desnuda y sangrando,
gritaba aterrorizada desde un rincón. La habitación estaba teñida de rojo;
había sangre esparcida por todos los rincones. Y en el centro, los restos del
cadaver de Jack eran devorados por unos transformados Adrien y Marie que no
dejaban de aullarle a la luna llena…
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