miércoles, 18 de noviembre de 2015

Noga, el pequeño dragón

En algún lejano lugar del universo, los dragones del reino Esmeralda estaban tristes. Especialmente sus reyes. Ellos, gobernantes de uno de los pueblos más prósperos y civilizados de toda la Tierra Malva, recibían, desde hacía ya un año, la terrible visita de Jorge, el maldito caballero blanco, quién se llevaba siempre encadenada a una de las jóvenes dragón bajo amenaza de exterminar a toda la comunidad. Así pues, cada primera noche de luna llena se producía aquel hecho tan lamentable que ensombrecía las almas de todos los grandes dragones verdes del reino.

Al principio, los dragones más grandes, fuertes y valientes intentaron enfrentarse a Jorge. Pero el caballero blanco poseía terribles armas. Una poderosa lanza con la que atravesaba fácilmente el corazón a todos sus adversarios y una diabólica ballesta que alcanzaba la cabeza de los dragones que lo intentaban desde el aire. Su armadura y su escudo le protegían de cualquier  ataque...

Finalmente, el viejo rey, harto de ver morir luchando inútilmente a su pueblo, decidió acceder a los deseos del caballero blanco. Y como era un rey justo, decretó realizar un sorteo mensual entre todas las jóvenes dragonas del reino, incluidas dos de sus hijas menores. El último sorteo celebrado había sentenciado a la más pequeña. El rey y la reina estaban destrozados y durante unos días estuvieron encerrados en el castillo. Tras mucho meditar, los monarcas decidieron enfrentarse a muerte al caballero blanco antes de entregar a su pequeña.

Dos días antes de la luna llena, apareció por aquellos lares un pequeño dragón rojo. Hacía siglos que no se veía uno por el reino y aquel acontecimiento no gustó demasiado a la comunidad de dragones verdes. Los dragones rojos no fueron nunca bienvenidos en prácticamente ningún lugar de la Tierra Malva, debido a su carácter agresivo y dominante. Sin embargo, éste era muy pequeño, apenas dos metros, y no pareció demasiado agresivo cuando pidió amablemente cobijo en la posada del pueblo.

Noga, el dragón rojo, fue llevado a un habitáculo confortable donde descansar, después de una buena cena y una atención más que correcta por parte de la dueña de “El Cielo Dorado”. Al día siguiente, cuando el pequeño dragón fue a pagar los servicios prestados, pudo percibir el miedo y la tristeza en el rostro de su anfitriona. Al preguntar el motivo de tanta pesadumbre, fue informado del infortunio que perseguía a todo el reino desde hacia ya más de un año y de la existencia de Jorge, el terrible caballero blanco.

Noga, meditó durante unos breves segundos y partió directamente hacia palacio. Allí, después de una tensa espera bajo la atenta mirada de los enormes guardias de la entrada, fue recibido por el rey en persona y algunas de sus jóvenes hijas, entre las cuales se hallaba la desafortunada princesa Sarganta. El rey explicó detalladamente al joven dragón la penosa situación y la decisión que había tomado junto con su esposa: defender a muerte la vida de su hija pequeña.

El pequeño dragón rojo, hipnotizado por la hermosura de la pequeña princesa, le propuso al rey acabar personalmente con el caballero blanco, siempre y cuando le fuera concedido el honor de casarse con su hija menor. El rey esbozó una sonrisa, agradeció el gesto, pero se negó a aquel absurdo sacrificio.

Noga insistió tanto y de tal manera que, finalmente, el rey no tuvo más remedio que aceptar tan sorprendente propuesta. Una vez el pequeño dragón obtuvo el sí real, desapareció durante el resto del día. Algunos dragones verdes de las afueras afirmaron verle volar hacia las viejas minas de carbón...

La noche más temida llegó. El aspecto de todo el reino era fantasmal. Silencio y oscuridad, fueron adornados con una mortecina niebla. Una vez más, todos los dragones verdes se refugiaron en sus casas, y tan sólo el rey y la reina, con su hija pequeña detrás, salieron al encuentro del caballero blanco. Del pequeño dragón rojo nada se sabía.

Y por fin, cuando la luna llena iluminó la noche, una terrible figura blanca apareció una vez más  por el horizonte, montada en un hermoso corcel. Su lanza brillaba en la oscuridad, al igual que su armadura y el emblema de su escudo. Los tres dragones verdes desplegaron al unísono sus alas en una clara señal de estar preparados para la batalla. El caballero blanco alzó su lanza a modo de respuesta.

De pronto, surgido de la nada, apareció el pequeño dragón rojo. Jorge, el caballero blanco detuvo su caballo, y con una sonrisa en sus ojos desmontó. Mientras andaba firmemente hacia el pequeño dragón, cargó su ballesta. Tres afilados proyectiles fueron disparados hacia la cabeza de Noga, que volvió a desaparecer ante el molesto asombro del caballero blanco. El asombro de los tres dragones verdes fue aún mayor, pues tenían que esquivar como fuese los proyectiles que sorprendentemente –ahora- iban hacia ellos. El viejo rey, lento de reflejos, vio como una de sus alas era perforada...

El pequeño dragón rojo se elevó una docena de metros del suelo. Acto seguido lanzó una llamarada pequeña pero intensa hacia el caballero blanco, que se tambaleó hasta caer de espaldas. Jorge se levantó, agarró fuertemente su lanza y apretó con fuerza sus dientes. Estaba muy enojado. El pequeño dragón se lanzó en picado hacia el caballero blanco y le vomitó una bola de fuego que le dio de pleno en el hombro izquierdo. El caballero blanco gritó de dolor, antes de oler su carne quemada y ver como su brillante escudo caía al suelo junto con todo su brazo.

Noga, ante la estúpida e incrédula mirada de Jorge - y la de los dragones verdes -, se elevó de nuevo y lanzó su más terrible ataque. Un espiral de fuego envolvió al caballero blanco, que durante un breve instante se convirtió en el caballero rojo para terminar siendo el caballero negro. El viento se encargó de esparcir sus cenizas por la noche...

Victorioso, el pequeño dragón rojo dio media vuelta y se fue hacia la sonriente princesa, a la que tomó como esposa tres días después, en una de las fiestas más multitudinarias jamás celebradas en el reino Esmeralda. Al final de la ceremonia, Noga entregó a su joven esposa, a modo de ofrenda, el brillante escudo del caballero blanco. Aquél día se creó una entrañable tradición entre los dragones verdes, y desde entonces todo dragón que se precie obsequia a su esposa – en el día de su boda – con una hermosa rosa roja, el símbolo que todavía hoy luce en el escudo del caballero blanco.


Pero, ni los dragones más sabios del lugar han descubierto todavía que demonios impulsa a las dragonas desposadas a obsequiar a sus maridos con un libro...

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