jueves, 2 de julio de 2015

Simiólogos de un desequilibrado: El planeta de los simios

Daría un huevo por conocer personalmente a Tim Burton. O lo cedería a la ciencia una vez muerto. Lo que os parezca más altruista o más lejano en el tiempo. Una vez afirmado esto, empiezo mi amable disertación… 

Ayer me sucedieron dos sorprendentes hechos que para mí tienen difícil explicación para la ciencia moderna. Tuve que presenciar ante mis propios ojos como Guardiola, entrenador del F.C. Barcelona, alineó una vez más a un tipo que se llama Hleb y que probablemente sea camarero; y visioné, por segunda vez en mi vida y sin ninguna explicación lógica que me justifique, El Planeta de los Simios de Tim Burton. 

Como sé que estoy rodeado de intelectuales, dejaré el tema deportivo para que lo sufra en silencio mi hígado y haré un breve comentario sobre lo que me parece esta película. 

Si yo fue razonablemente poderoso, y creedme que Dios existe sólo para controlar este punto, organizaría una cena con los productores, guionistas (especialmente con estos), responsables diversos (consideradlos daños colaterales) y Tim Burton. Por supuesto, habría conseguido retirar del mercado hasta la última copia de la mencionada obra y las tendría todas ordenaditas en una gran hemeroteca que haría llorar de rabia al departamento del National Geographic que trata con monos. Repito. Si yo fuera razonablemente poderoso, les haría tragar semejante bazofia (videos, cintas, DVD) untada en mierda, aun a riesgo de ser redundante, para que les quedara fijado en su estúpido cerebro mi concepto abstracto de su jodida obra (recordad que eso sería importante debido a mi poder)… 

Porque, y aquí ha llegado el momento de dejar de leer si te ha gustado la película, sólo si eres un primate subdesarrollado incapaz de distinguir tu polla de un plátano maduro puede entretenerte semejante basura. 

Es un insulto a la inteligencia, tanto de humanos como de simios y cualquier persona involucrada en el proyecto merece ser convertido en Banana Split (una Thermo Mix podría servir) y devorado por todos los monos del zoológico de su jodida ciudad. 

Otro día hablamos de fútbol. Porque si yo fuera razonablemente poderoso…

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