sábado, 24 de octubre de 2015

Simiólogos de un desequilibrado: El puto coche

Si habéis leído alguna de mis últimas entradas ya os habréis hecho una ligera idea del coche que tengo. Un Renault 19. Lo acabé de pagar el mes de septiembre. Hay que joderse. Desde entonces no gano para disgustos. Ha empezado a tener todas las averías que puede tener un jodido coche justo antes de Navidad y eso, como todos sabéis, es inversamente proporcional a las expectativas de Papa Noel. La semana pasada, y en un solo día, viví en mis propias carnes dos de los episodios más espeluznantes dentro de un puto coche. 

Primero, me desplazo hasta una población cercana a Lleida para un asunto de perros. Tardé dos horas en hacer un recorrido de 60 minutos porque había una manifestación de motoristas que protestaban por algo relacionado con las protecciones estas que hay en las autopistas. Total, que a la misma velocidad punta que un barco a remos me voy acercando a mi destino y me meto en un camino de estos que creen que el asfalto es un grupo heavy de los ochenta. Me paso de largo del lugar a dónde me dirigía, trato de dar media vuelta y el coche queda atrapado en un jodido lodazal que estaba oculto bajo una fina capa verde de vete a saber que clase de planta. Y yo venga acelerar hasta que el capo del coche parecía una barbacoa. Y el coche venga hundirse en el puto barro. No me lo podía creer. Idea luminosa. Marcha atrás. Marcha atrás hasta quedar a dos palmos de un barranco del tamaño de Despeñaperros y nueva intentona de escape. Humo. Más humo. El coche a 50.000 revoluciones y no había cojones de salir de la fiesta de la arcilla. Y Pamela Anderson sin aparecer. Apago el motor. Calma. Contacto. Paciencia. Cariño, salgamos de aquí. Hasta el infinito y más allá. Juego de pedales que haría llorar a Fernando Alonso. Y el coche empieza a moverse. Resbala. Se mueve. Se mueve. Se mueve, coño. Y salgo del lodazal. El coche lleva barro hasta en la guantera. Pero he salido de aquel puto agujero donde pensaba pasar las navidades. Hago las gestiones pertinentes y me piro a Barcelona.

Entrada de Barcelona. Tengo dos opciones. Diagonal o Ronda de Dalt. Ha estado lloviendo todo el día. Tomo la curva para ir por la ronda y el coche culea intentando salirse de la carretera. Como he visto tantas veces a Raikonnen salirse de la pista, tengo datos; giro el volante hacia la izquierda en plena curva a la derecha exteriorizando al Rayo Mcqueen que llevo dentro. Consigo exitosamente dar una vuelta de 180 grados, quedándome encarado a un autocar. Me cago. El tío del autocar me informa con gestos que voy en dirección contraria. Nos han jodido. Le suplico, temblando como David Summers, que me haga de escolta hasta un lugar donde pueda dar la vuelta. El conductor del autocar, al verme blanco como Michael Jackson se enrolla y me ayuda a salir de allí. Llego a casa y me meto en la cama. Duermo tres horas y al despertar todo parece un sueño. Que razón tiene Calderón de la Barca… Barca, Baaaaaaarca!!!

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