Como diría mi profesora de
Ciencias Naturales de séptimo de EGB (creo que se llamaba Rosa, como apunte
absurdo), vayamos al tema que nos ocupa. Al ensayo en sí. Lo cierto es que
aunque habíamos visto al Protagonista en foto y el tío encajaba de puta madre
en el perfil del personaje de nuestro cortometraje, siempre aparece ese
pesimista que todos llevamos dentro pensando en todo lo malo que puede suceder
a continuación. Pero esta vez no se cumplió la jodida Ley de Murphy. No hubo
tostada. Ni mermelada. Nuestro Protagonista, sólo entrar, se manifestó como es:
extrovertido, alocado, provocador pero ante todo nos demostró ser un tipo
maravilloso, aunque estuviera vestido.
Una de las condiciones
fundamentales para acceder al papel protagonista, y aquí hago un punto y aparte
un tanto extraño, era salir desnudo. No se trata de un film erótico ni mucho
menos; todo llegará y lo protagonizaré yo. Pero el actor principal debía salir
en bolas. Ya eran cuatro los colegas que habían rechazado tocar la gloria con
los dedos en el Festival de Sitges para hacerse fotos junto a Tim Burton, sólo
por el hecho de mostrar su triste y peludo culo ante las cámaras. Estábamos
algo jodidos y Eduardo Noriega seguía sin responder a mis correos electrónicos.
Cuando nuestro Protagonista dijo que no había ningún problema, que a él ya le
parecía bien salir muy desnudo, el cielo se abrió ante mis ojos. Y aunque el
día del ensayo general era la primera vez que nos encontrábamos con el Protagonista,
faltaron 10 segundos u otro vaso de whisky para que se quedará desnudo delante
de la Telepizza (no quiero ni pensar los daños ocasionados por la onda
expansiva de queso si le llega a caer sobre la pizza ese pedazo de polla). Pero
para ese tema y el de mi depresión pienso dedicar un capítulo entero aparte.
Sigamos. El ensayo general
fue cojonudo. De vez en cuando nos mirábamos la Directora y yo, que os recuerdo
que soy el Presidente Universal de la Productora, con la misma cara que pone
Sam cuando ve por primera vez a los elfos de Rivendel. El Protagonista y la
Meiga consiguieron que saltaran chispas entre ellos mientras el Ingeniero
andaba presto con el extintor; mi Bruja y el Tenor, como poseídos por la
electricidad del momento, funcionaron como sendos relojes suizos sin necesidad
de correa. Serían ya las diez cuando ensayamos el grito
final (afortunadamente, la Directora había avisado a su vecino). El
Protagonista acabó en el suelo extasiado mientras el resto flipábamos en los colores
básicos de un parchís de toda la vida. Aquél cabronazo era muy bueno.
El resto de la velada fue una
entrañable cena rápida. Nadie se desnudó entre porción de pizza y tragos de
cerveza, lo cual hizo la digestión más placentera; y creo que a todos nos quedó
la sensación de que aquello iba a funcionar, a pesar de que el pesimista que
llevo dentro me repetía una y otra vez: Titanic, Titanic, Titanic...
La despedida volvió a ser una
bonita historia de besos y más abrazos que hubiera hecho llorar de envidia a
los Teletubbies. El ensayo general acabó cuando nos acompañaron a casa en coche
el Protagonista y el Tenor; él todavía no lo sabía pero acababa de ganarse el puto
papel de Protagonista. Y como dijo la Directora, mearnos en la piscina de Tim
Burton (lo del Planeta de los Simios merece ser vengado de alguna manera)
estaba cada vez más cerca...
No hay comentarios:
Publicar un comentario