jueves, 18 de enero de 2018

Namaste: Taxi driver

Cuando me dijeron que durante toda nuestra estancia en el planeta íbamos a tener un chófer privado pensé "pero qué mierda es esta"? Somos piratas o princesas Disney? Hasta que te subes a uno de sus vehículos de transporte...


Para empezar, los coches están mal construidos. Les ponen el volante a la derecha! Eso hace que solo subir se te desalineen un poco los chakras. Algunas veces, en lugar de sentarte de copiloto te encuentras sentado delante del volante, con el conductor mirándote con cara de "ya me ha tocado otro idiota"...

Eso es solo el principio. Porque cuando el vehículo se pone en marcha y sales de la zona de seguridad del hotel es cuando tu sistema nervioso implosiona...

No existen los carriles, y si hay alguno pintado debe estar en el bar, ahogando la pena de ser ignorado por todos. Podría decirse que hay un orden dentro de tanto caos. Pero me parece una solemne gilipollez...

Los semáforos son como luces de Navidad. Allí están cambiando de color. Cruzar cualquier calle como peatón es tan arriesgado como fumar en una piscina de gasolina. Los semáforos más deprimidos se juntan en el bar con los carriles ignorados y hablan del inexistente código de circulación. Beben mucho.



No hay pasos cebra. Imagino que se las comieron todas. En un espacio indeterminado y variable, llamado "me suda la polla todo", la gente cruza la calle. Como ya he dicho, cruzar por donde los semáforos solo es bonito por las luces...

Y lo que peor llevo es el irritante, insistente e inaguantable concierto de pitidos. Mis colegas, muy buena gente, lo justifican diciendo que se trata de una tradición. Que no lo hacen con maldad. Que el puto pitido significa "Eh, amable señor, puede usted moverse un poco?". Yo sigo pensando que sus pitidos significan "Quítate de enmedio, idiota"...



Dicho esto, a modo de soponífera introducción, entiendo perfectamente que tengamos chófer. Que se llame Pipín como el hobbit es una broma más del destino. Él es nuestro héroe. Nuestro Salvador. Aunque algunas veces vayamos por la Ronda Litoral de Namaste y el tipo cambie de dirección aprovechando un hueco entre el hormigón que separa las dos direcciones. Siempre le he dado gracias a Dios cuando hemos llegado con vida. Al Dios Elefante.



Ah. Cuatro días y vuelvo. Esto de ser mercenario cansa. No hagáis caso a lo del curso de Photoshop. Soy un graciosillo de mierda. Nos vemos pronto. Os echo de menos. A algunos...

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