viernes, 12 de junio de 2015

El Onírico y otros animales de su especie

Es difícil explicar cómo me vi envuelto en tanta luz. Una luz blanca, tan potente que destrozaba mi corazón culé. La mayor de mis pesadillas empezó cuando la voz de Plácido Domingo empezó a entonar el “Hala Madrid”. 

Traté de llevarme las manos a mis oídos pero tuve que aceptar, con el terror propio de una ameba, que no tenía brazos. La situación era alarmante. 

Tranquilo, chaval. Estás soñando. No te pongas nervioso. Vamos a centrarnos un poquito. Este es mi sueño. Todo está en mi mente. Y en mi jodida mente mando yo. Venga. Una de brazos para el señor… Y flop. Dos brazacos como los del increíble Hulk. Esa música. Fuera. Que alguien le seccione las cuerdas vocales al torturador y me las traiga para abrocharme las zapatillas deportivas. Coño, si son Puma. Qué chulas, joder… 

La luz blanca. Un poquito de por favor. Que no está el tema para tanto derroche. Vamos a bajarla hasta la mitad y ahora que hemos finiquitado al Domingo me ponéis algo más de miércoles por la tarde. En forma, de Glenn Miller. Esto empieza a molar mucho. Al bajar la luz y economizar el gasto energético, puedo empezar a ver un paisaje familiar. Un paisaje natural, donde pasear por un riachuelo de agua cristalina, rodeado de árboles gigantescos, los pastores de la Tierra Media, que me protegen de todo mal… 

Chapoteo durante un rato mientras observo a los maravillosos peces que me rodean. Sus colores son tan bonitos. Y esos ojitos saltones. Los hay azules y granates, y nadan mezclando ambos colores, recreando un arco iris precioso. Me emociono tanto que me pongo a llorar. Soy un tipo sensible. Mis lágrimas tiñen de dorado el riachuelo y algo me dice que se trata de una señal. Seguro que ganamos la cuarta en el Bernabeu. 

Como buen empírico que soy, me propongo andar sobre las aguas a pesar de llevar las uñas demasiado largas. Lo consigo con una facilidad insultante. Me da un arranque de felicidad y consigo correr los cien metros libres en 9,36 segundos. Ahora es Usain Bold el que llora desde un ciprés, pero acto seguido se convierte en una bellota y es devorado por Chip y Chop. Me da tanta risa que caigo de cabeza en el lago más hermoso que he visto en mi vida, donde nada desnuda Elena Anaya. 

Lo que pasa a continuación forma parte de mi vida onírica privada y paso de contarlo. Solo diré que, después de horas de sexo, el lago se convierte en un enorme lodazal de leche condensada. Elena, que ha jurado amarme por toda la eternidad, recibe una llamada de Amenábar y se marcha apesadumbrada. Le pido que vuelva con un Óscar bajo el brazo, una pizza cuatro quesos y un par de cervezas. Me lo jura y desaparece. 

Ahora tendré que barrer yo solo todo esto… Mientras le doy a la escoba dale que te pego, aparece Maribel Verdú vestida de rojo. 

- ¿Por qué barres tanto? - me pregunta. Estás muerto. 
- Muerto. No puedo estar muerto, Maribel – le digo mientras la desnudo. 
- Bueno, técnicamente… te estás muriendo – me contesta mordiéndose el labio. 
- ¿Y voy a tardar mucho en morirme? Lo digo porque estoy esperando a Elena y podría ser divertido hacer un trío contigo. 
- Eso depende de ti. Ahora tú controlas el espacio y el tiempo. En lo que ha sido tu mundo físico hasta hace cinco minutos, estás a punto de traspasar. Te quedan milésimas de segundo, vamos. Pero aquí, dentro de tu enfermiza mente, el tiempo se puede estirar por toda la eternidad. Tú gobiernas esto. Tu mundo. Tus sueños. 

Y es entonces cuando, una sonrisa diabólica, me cruza la cara…

No hay comentarios:

Publicar un comentario