sábado, 6 de junio de 2015

Simiólogos de un desequilibrado: El virus maligno

Mientras escribo esto tengo sobre la mesa una cerveza tan negra como fresca y un plato de dippas con queso fundido que harían que Mickey Mouse vendiera a su jodida novia por probarlos. Es mi particular forma de celebrar el aniquilamiento total del virus intestinal que ha estado ocupando mi aparato digestivo estas entrañables y familiares fiestas.

Aviso a los navegantes. Yo no me bañaría en ninguna playa del Mediterráneo en los próximos cinco años. Porque si todo lo que cagamos va al mar, os puedo asegurar que lo del Prestige fue una mariconada al lado de que he llegado a sacar por el culo. De hecho, me voy a pasar una temporada larga sin probar el pescado… 

Y es que cuando las cosas andan torcidas, es muy difícil enderezarlas. O sino que les pregunten a los arquitectos de la torre de Pisa. Ya el día de antes me sentía como resfriado. Incluso escribí una entrada en mi blog. Era un engaño. El virus trataba de despistar a mi sistema inmunológico con un ardid sucio y ruin. Supongo que el conato de resfriado no bastó para cenar como Dios manda con unos colegas. Y beber como Dios manda. Todo muy religioso, joder. Sin eructos ni nada parecido. 

Al día siguiente no desayuné. Tenía esa extraña sensación de haber estado en una noria toda la puta noche. Pero cuando cruce el ecuador del día empezó la pesadilla, una de esas pesadillas que hacen que Freddy Kruegger parezca una mona de feria. Mi estómago pareció dar varias vueltas de campana, algo muy molesto cuando estás sentado en tu sofá. El repentino e inesperado dolor de cabeza empeoró la situación. Yo nunca tengo dolor de cabeza, joder. Nunca. Traté de contrarrestar semejante cúmulo de malestares con una respiración lenta y acompasada que, con el principio de bronquitis, recordaba a la de Darth Vader pero menos tenebrosa. Estuve así unas doce horas. Setecientos veinte minutos. Cuarenta y tres mil doscientos segundos. Pero para mi fue una vida. Una vida entera de dolor, náuseas y desplazamientos. 

Hice hasta diez viajes al lavabo y, como ya expresé en el segundo párrafo, no para depilarme las cejas, precisamente. Tomé Primperan a chupitos y sorbitos de suero de farmacia para no deshidratarme; por cierto, ¿sabíais que el suero es un líquido creado personalmente por el diablo para las almas pecadoras de este planeta? Algunos pensarán que soy un exagerado. Otros que si parezco una nenaza. Las nenazas que han sido madres, me echaran en cara que un parto es mucho peor. No me importa. Yo pasé doce horas de puro sufrimiento contra un virus maligno que probablemente hubiera matado a un paquidermo de tamaño medio. Pero eme aquí. Vivo y coleando. Contando en primera persona hechos acontecidos tan veraces que ni el lince de Acebes podría abrir una segunda jodida vía de investigación. Mañana mismo me instalo el Norton en el culo...

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