sábado, 9 de mayo de 2015

Ranas

Hoy me he levantado muy temprano. Como siempre. Algo de ejercicio físico. Higiene personal completa. Búsqueda de las imprescindibles gafas. Elegancia al escoger las prendas de vestir. Todo normal, vamos. 

Al pasar junto a la tienda de comestibles que hay junto a mi casa, he visto una interesante oferta de donettes de chocolate. No he podido resistir la tentación. Mientras pago hablo del tiempo. Del mal tiempo. Llueve mucho para ser tan temprano. Al tendero le da igual porque no piensa acompañarme hasta el coche.

Contento por la maravillosa adquisición de mi delicioso almuerzo, canto bajo la lluvia porque tengo un gorro de lana parecido a una esponja. Mi hermoso coche, un Reanault 19 blanco, está lejos, lo cual me empapa aún más. ¡Que limpio que ha quedado gracias a la lluvia torrencial! Soy feliz. 

Entro en mi coche chorreando y dejo los donettes en el asiento de mi derecha ¡Ups! El cinturón de seguridad quedó fuera y también se ha mojado. No importa. Quito la barra antirrobo, mientras estornudo un poco... Pongo el frontal extraíble de mi radio casete, mientras miro con ojos de enamorado el paquete de donettes. ¿Y si me como uno? Pues vale... 

Pero al intentar abrir el paquete, empiezan a croar unas ranas. Flipo. Pero mucho, ¿eh? Miro dentro del paquete. Nunca se sabe. Hoy en día obsequian cosas muy raras a los niños. Nada. Las ranas siguen croando con una nitidez espeluznante. Mi cerebro trata de recordar si se ha lavado la cara. Mi corazón palpita. ¿He muerto de pulmonía? Las ranas callan. Silencio sepulcral. Mi mente coquetea con la demencia. ¿Ha sido imaginación mía? Y unos cojones. Eran ranas. 

De repente, Fuel de los Metallica estalla dentro del coche a toda hostia. Mi corazón se enrosca en el esófago y dejo de respirar durante una eternidad. Los donettes caen de mis manos. Al agacharme a cogerlos me doy con la frente en el volante, que resiste el cabezazo con firmeza y dignidad a partes iguales. Que bien hacen los coches estos jodidos franceses... 

Levanto la cabeza y miro a mi derecha. La chica que lleva diez minutos esperando aparcar donde ahora me encuentro, ha soltado una carcajada que se ha oído hasta con los cristales subidos... Hija de puta. 

Calma. Bajo el volumen ensordecedor del radio casete y trato de poner el coche en marcha con la poca dignidad que me queda. La chica, congestionada por la risa, no muere. Me voy cabizbajo a trabajar. Las putas ranas de Manolo García…

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